La dama de blanco de Wilkie Collins es una de las primeras novelas de misterio de la literatura victoriana y de mi biografía lectora, pues la leí por primera vez cuando tenía catorce o quince años.
El escritor londinense era amigo íntimo de Charles Dickens. Llevaba una vida poco convencional para la época: nunca se casó, pero mantuvo relaciones simultáneas con dos mujeres durante años. Además, sufría de gota y se volvió adicto al láudano, lo que, según parece, influenció el tono alucinante y los personajes perturbadores de algunas de sus novelas.
En esta novela, Walter Hartright es un joven y apuesto profesor de dibujo que, tras un encuentro inquietante con una misteriosa mujer vestida de blanco por la noche, se ve envuelto en una red de secretos familiares, falsas identidades y oscuros planes.
Después de ese encuentro nocturno y misteriosos, Walter se va a dar clases de dibujo a la dulce Laura Fairlie y a la avispada Marian Halcombe, que viven con su ávaro tío. Todo gira en torno al complot de Sir Percival Glyde, el prometido de Laura, y el Conde Fosco, cuyo ingenio y manipulación mantienen la tensión hasta el final.
Collins despliega una narración magistral, con giros inesperados. Su estilo mantiene al lector atrapado desde el inicio. La intriga se desvela poco a poco, manteniendo el misterio vivo hasta las últimas páginas.
Women can resist a man's love, a man's fame, a man's personal appearance, and a man's money, but they cannot resist a man's tongue when he knows how to talk to them.
Wilkie Collins, The woman in white, 1860
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