Uno de los cuentos más inquietantes de Quim Monzó es Redacció, que con su sutil ironía, aborda una situación extraordinaria a partir de la simple tarea escolar de un niño que debe escribir una redacción sobre “Mis vacaciones”.
El relato parte de una premisa aparentemente sencilla, pero a medida que avanza, se convierte en una exploración hilarante y desconcertante de la historia de una familia de clase alta. Se denuncia un cierto desajuste entre las expectativas sociales y la cruda realidad. Con este ejercicio narrativo, Monzó juega con los límites del lenguaje y la percepción, mostrando cómo lo ordinario puede esconder realidades incómodas o absurdas.
Las frases son cortas, precisas y punzantes y transmiten la sensación de inmediatez y veracidad, como si hubieran sido escritas por un niño en edad escolar. El tono es aparentemente ingenuo, reflejando una voz inocente e ingenua que esconde algo más. Esta dualidad provoca un efecto de sorpresa y, a menudo, hilaridad, especialmente cuando las expectativas iniciales del lector se desmoronan de forma repentina.
El relato pone de manifiesto la forma en que intentamos encajar las experiencias personales dentro de patrones predefinidos.
Monzó, con su habitual ironía, sugiere que la literatura –como la redacción escolar– nunca es neutra. Siempre hay una intención, un contexto, un punto de vista que la condiciona. De este modo, Redacció se convierte en una metáfora de la propia escritura, cuestionando incluso la noción de verdad narrativa.
Després jo vaig anar al jardí, a veure la nina que hi tinc enterrada al costat de l’arbre, i la vaig treure i la vaig acariciar i la vaig renyar perquè no s’havia rentat les mans per dinar i després la vaig tornar a enterrar, i vaig anar a la cuina, i la mamà hi plorava i li vaig dir que no plorés.
Quim Monzó, Redacció, 1999
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