Éloi Leclerc ingresó en el noviciado franciscano de Amiens en 1939. La Gestapo le arrestó cinco años más tarde, y fue deportado a Buchenwald, un campo de concentración nazi, junto con sesenta religiosos. Luego lo llevan a Dachau. En el tren de la muerte canta con sus hermanos el Cántico de las criaturas en alabanza a Dios. Es liberado en abril de 1945 por las tropas estadounidenses. Tras la guerra, regresa a su patria y es ordenado sacerdote en 1948. Más tarde, enseña como profesor de filosofía y escribe libros centrados en la espiritualidad franciscana.
Sabiduría de un pobre narra la historia de san Francisco de Asís en su época más dura, cuando algunos hermanos de la orden empezaron a desvariar y malinterpretar el carisma basado en la sencillez que Francisco había aprendido de la lectura evangélica y de la compañía eclesial.
Es un libro corto y profundo, una joya literaria que rescata el espíritu franciscano desde un punto de vista poético.
Todas estas fórmulas [la oración de las completas] tenían para ellos el sabor de las cosas reales. Y no estaba Dios por un lado y la realidad por otro. Dios mismo era real, en el corazón mismo de las cosas reales. (p. 37)
El hombre que adora a Dios reconoce que no hay otro Todopoderoso más que Él solo. Lo reconoce y lo acepta. Profundamente, cordialmente. Se goza en que Dios sea Dios. [...] Si supiéramos adorar, nada podría verdaderamente turbarnos: atravesaríamos el mundo con la tranquilidad de los grandes ríos. (p. 81)
El corazón puro es el que no cesa de adorar al Señor [...]. Un corazón así está a la vez despojado y colmado. Le basta que Dios sea Dios. En ese mismo encuentra toda su paz, toda su alegría, y Dios mismo es entonces su santidad [...]. Pero la santidad no es un cumplimiento de sí mismo, ni una plenitud que se da. Es, en primer lugar, un vacío que se descubre, y que se acepta, y que Dios viene a llenar en la medida en que uno se abre a su plenitud. (p. 91)
Éloi Leclerc, Sabiduría de un pobre, 1959
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