Poet's Abbey (Blog de lecturas)


La agonía del Eros

 

Está de moda el "poliamor", una práctica sexual que engloba la lujuria de la orgía, el intercambio de parejas y la promiscuidad a golpe de click. Se basa en que uno puede tener varias parejas y acostarse con ellas sin más lazos que los de la emoción. Benditos sean los métodos anticonceptivos. Benditos sean el consumismo y el capitalismo que lo permite.

Una maravilla, ¿no? A nadie le amarga un dulce. El lunes me acuesto con mi amiga morena, el martes con la rubia y el miércoles con la pelirroja, el jueves descanso, y el viernes me entrego a una orgía para pasar todo el fin de semana... Hasta que, claro, tenga un grave problema sanitario o económico y me quede más solo que la una. Los lazos emocionales son muy frágiles. Bienvenidos al capitalismo de la carne. 

El poliamor se basa en el principio del rendimiento, que según Byung-Chul Han"hoy domina todos los ámbitos de la vida, se apodera también del amor y de la sexualidad". Uno tiene que rendir o perecer, también en el juego del amor.

Me comentan convencidos mis amigos y conocidos del "poliamor" que esto es sano, bueno y propio de las personas de corazón magnánimo y bello que pueden "amar" (sic) a más de una persona, esto es, "tener sexo" con más de una persona.

Yo creo, como Byung-Chul Han, que sólo buscan emociones fuertes y experiencias placenteras. "El deseo del otro es suplantado por el confort de lo igual. Se busca la placentera y, en definitiva, cómoda inmanencia de lo igual. Al amor de hoy le falta toda trascendencia y transgresión". 

También me dicen ellos que no creen en la fidelidad ni en el amor de entrega, el ágape, al que consideran anticuado. No creen en el romanticismo ni en la monogamia. Se creen modernos, transgresores y libres. No ven sus cadenas en la dictadura del emotivismo radical en que vivimos en las sociedades capitalistas. 

El "poliamor", en teoría, se basa en el afecto, la sinceridad y la transparencia. Es un acuerdo de consumo de experiencias carnales. ¿Qué es eso del "sexo libre"?

Las personas se cosifican, se reducen a mercancías de usar y tirar. Una mujer obesa o un hombre bajo tienen menor "capital sexual" que una mujer delgada o un hombre alto. ¿Qué duda cabe? Así lo marcan las leyes del mercado sexual más allá de las hipocresías de lo políticamente correcto.

Mis amigos y conocidos del "poliamor" admiten, en secreto, vivir una aburrida monogamia y se quejan de que sus parejas se nieguen a participar en orgías. Indignados, echan la culpa -cómo no- al peso moralista de la religión. Y muchos de ellos acaban en las arenas movedizas del adulterio, según me han confesado.

La paradoja es que aquellos que me decían que el "poliamor" ensancha el corazón mangánimo acaban con un corazón mezquino que les lleva a engañar y mentir vilmente a la persona que, en teoría, aman. No les juzgo, pero los cuernos cuernos son.

Creo que ya no pueden vivir la magia de la experiencia erótica. Viven, en cambio, lo pornográfico (que es una rama del capitalismo que algunos de ellos dicen odiar). Para ellos, el sexo es un simple juego y el objeto sexual sirve sólo para el consumo narcisista. Recordemos que los países comunistas prohibían la pornografía, considerada de consumo capitalista.

"El capitalismo elimina la alteridad para someterlo todo al consumo, a la exposición como mercancía, por lo que intensifica lo pornográfico, pues no conoce ningún otro uso de la sexualidad", dice Byung-Chul Han. Desparece así la experiencia erótica. 

La infidelidad y la pornografía consuman la agonía del Eros. Representan la muerte de lo erótico, es decir, la victoria del capitalismo que convierte las personas en objetos en esta sociedad cansada y egoísta, sin verdaderos lazos humanos.

Si defiendes el poliamor estás en contra de la experiencia erótica y, además, no puedes llamarte anti-capitalista, amigo.

El autor de La desaparición de los rituales y de La sociedad de la transparencia se adentra, en estas páginas, en el problema humano del amor erótico que hoy día agoniza en una sociedad absolutamente pornográfica e hipersexualizada.

Por acabar con un bello ejemplo literario, el autor cita el fragmento de Madame Bovary de Flaubert, en el que León seduce a Emma, y se aman apasionadamente detrás de las cortinas bajadas  en el carruaje mientras se describen con todo detalle las plazas, los puentes y los bulevares por donde pasan. La mano blanca y delicada de Emma aparece en la ventana del carruaje y lanza trocitos de papel como golondrinas blancas, símbolo de la verdadera experiencia erótica.



El capitalismo elimina por doquier la alteridad para someterlo todo al consumo. El Eros es, asimismo, una relación asimétrica con el otro. Y de esta forma irrumpe la relación de cambio. Sobre la alteridad no se puede llevar la contabilidad, ya que no aparece en el balance de haber y deber.

El porno es la antípoda del Eros. Antiquila la sexualidad misma.

En una sociedad del cansancio, con sujetos de rendimiento aislados en sí mismos, también se atrofia por completo la valentía. Se hace imposible una acción común, un nosotros.


Byung-Chul Han, La agonía del eros, 2012


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