Casi todos los escritores hemos pasado por el síndrome de Bartleby en algún momento de nuestras vidas. Cuando tenía 25 años, publiqué mi primer libro, Memorias del aviador republicano Julio Bacarizo (con un título diferente), y pasaron trece largos años hasta que volví a editarlo y publicar nuevos libros. ¿Por qué tardé tanto? Ahora ya tengo 40 años y surfeo como puedo eso que llaman crisis de la mediana edad.
El escritor barcelonés Enrique Vila-Matas se convierte, en esta divertida obra, en un rastreador de escritores con el síndrome de Bartleby, que se niegan a escribir con una excusa de mal pagador, como el triste oficinista del relato de Herman Melville que, ante cualquier requerimiento, responde lacónico: "Preferiría no hacerlo".
La obra se abre con el gran escritor mexicano Juan Rulfo, que dejó de escribir después de publicar dos obras maestras de la literatura universal contemporánea. Cuando le preguntaban por qué ya no escribía, él solía contestar: "Es que se me murió el tío Celerino, que era el que me contaba historias".
Por supuesto señala al joven poeta francés Rimbaud, que a los 19 años había escrito todo lo que tenía que escribir, y cayó en un silencio literario que duró hasta su muerte.
Luego nos presenta a Hölderlin, que cae en un estado de locura que ya no supera, y que imita, tiempo después, el señor de las periferias, Robert Walser, internado en un manicomio.
La mejor parte del libro, en mi opinión, es la tensión que tiene el protagonista al encontrarse con el enigmático escritor J.D. Salinger en un autobús, sin decidirse a hablar con él o pasar de largo.
También vale la pena el último texto de Cervantes al recibir la extremaunción: "El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir".
Sé que (los escritores) son vanidosos, mezquinos, intrigantes, egocéntricos, intratables. Y si son españoles, encima son envidiosos y miedosos. Sólo me interesan los escritores que se esconden, y así las posibilidades de que les llegue a conocer aún son menores.
Enrique Vila-Matas, Bartleby y compañía, 2000
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