La única forma de enseñar a amar es amando. De acuerdo con Freire, el amor es la transformación definitiva.
Hay que partir del nivel que tienen los chavales y tener la sensibilidad de respetar el punto donde se encuentran en el contexto político, social, cultural. Freire dice que el maestro debe ser ético y respetar los límites de la persona, sus sueños y sus miedos.
En este sentido, el maestro es un artista que "rehace el mundo, redibuja el mundo, repinta el mundo, recanta el mundo, redanza el mundo..."
"Si el grupo me quiere escuchar no puedo negarle mi voz, pero enseguida yo demuestro que también necesito de su voz", dice en una entrevista, "porque mi voz no tiene sentido sin la voz del grupo".
En este breve ensayo, el autor critica el cinismo de la ideología fatalista del mercantilismo en educación, y a su rechazo inflexible a la utopía.
Una de las bellezas de estar en el mundo, como seres históricos, es la capacidad de conocer e intervenir en él. No se trata de adaptar a los alumnos al mundo, sino de insertarles en él para ser sujetos de la Historia.
Enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades de su construcción.
Quien enseña aprende al enseñar, y quien aprende enseña al aprender.
Mi buen juicio me dice que es inmoral afirmar que el hambre y la miseria a que están expuestos millones de brasileñas y brasileños son una fatalidad frente a la cual sólo hay una cosa para hacer: esperar pacientemente a que cambie la realidad.
La ideología tiene que ver directamente con el encubrimiento de la verdad de los hechos con el uso del lenguaje para ofuscar u opacar la realidad al mismo tiempo que nos vuelve "miopes”.
Paulo Freire, Pedagogía de la autonomía, 1996
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