Bill era un escritor de 36 años que tenía una amiga pequeña llamada Victoria. El día que ella cumplió la edad de 8 años, el escritor le regaló el manuscrito de una obra titulada El árbol de los deseos. A Victoria le encantó ese cuento infantil. Y lo guardó con cariño.
Pasaron los años y los libros, y mientras Bill estaba abonando los campos le anunciaron que había ganado nada menos que el Premio Nobel de Literatura.
Más tarde, Victoria, que ya era una mujer mayor, decidió compartir aquel regalo que el día de su octavo cumpleaños le hizo William Faulkner con todos los niños y niñas del mundo. Y así llegó a publicarse esta obra.
El cuento es sencillo y profundo. Relata la búsqueda del mágico Árbol de los Deseos por parte de una niña, su hermano, su vecino y su cuidadora. En la historia aprendemos que los deseos son buenos si nos remiten al bien, y si no es así, nos empequeñecemos.
En mi vida he visto a un soldado que ganase algo en la guerra.
...quien cuida y protege a los seres indefensos no necesita el Árbol de los Deseos para obtener lo que quiere.
William Faulkner, El árbol de los deseos, 1927
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