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A los internados que infestaban hospitales y clínicas se les consideraba idiotizados, pero era obvio que no se les podía llamar oficialmente idiotas. Era demasiado cruel e irreverente. Sin embargo, ninguna denominación de las contenidas en las enciclopedias médicas se demostraba útil. Se repasaron infatigablemente los nombres de todas las patologías conocidas. Sin éxito.
Rafael Argullol, La razón del mal, 1993
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