Poet's Abbey (Blog de lecturas)


Sucederá la flor

La vida no nos obedece. La vida ocurre mientras estamos demasiado ocupados para fijarnos en lo concreto. La vida camina indiferente a nuestras exigencias.

Sin avisar aparece el dolor y la enfermedad, el abismo de la muerte, la incomprensión del sufrimiento, y la inteligencia balbucea. Nuestros esquemas mentales y proyectos se derrumban. Nuestra inteligencia no sirve para nada a la hora del misterio. 

Hay analfabetos que aman de forma conmovedora y catedráticos que viven amargados. Decía el escritor francés Christian Bobin: "Una inteligencia sin amor es como un traje de seda vistiendo un cadáver". La experiencia del dolor lo desafía todo.

La ciencia no sabe responder a la muerte y, por eso, la combate. En cambio, la poesía, conduce al misterio de la muerte sin combatirla, como una belleza desarmada. Porque frente al dolor uno no se queda indiferente: o se le rechaza o se le abraza, pero los razonamientos son inútiles. "Me basta este descenso acompañándote a lo que tenga que ser si estoy contigo". Lo que nos humaniza es la libertad para amar sin condiciones. 

Este breve texto del poeta granadino Jesús Montiel narra, en primera persona, la experiencia de un padre que acompaña el dolor de la leucemia de su hijo de dos años. El poeta vuelve a nacer, a ver el mundo de otra forma, a descubrir la realidad con otros ojos, a entender a Dios no como una idea o una moral, sino como una Presencia. El sufrimiento injusto e incomprensible le ha enseñado a amar mejor: "Enfermaste y me enseñaste la vida. Me has nacido." 

Sucederá la flor tiene la misma esencia que su poemario La puerta entornada, obra finalista del premio Adonais, que se divide en tres partes, desde la tiniebla de la llegada de la enfermedad hasta la ranura de la incertidumbre, que se trasluce en la puerta entornada, que es la esperanza. 

Ya en el prólogo de Sucederá la flor se nos advierte, incautos lectores, que nadie saldrá indemne de la lectura de estas páginas. Porque el amor verdadero y el dolor se parecen tanto... llegan sin avisar para cambiar la vida para siempre. 

Es una obra que se lee en una hora: media hora para recitar las líneas casi en voz baja, y otra media hora de silencio para recuperarse de la sacudida y levantarse del sofá. Sucederá la flor nos hace callar y mirar. 



Mira, este mirlo lo explica todo mejor que yo. Hace un tiempo desapacible. Los árboles se agitan tras la ventana, duchados por una lluvia oblicua. Lleva diez minutos en la rama, esperando a que escampe. Pero canta. Mientras espera canta.

Sólo los tontos, los santos, los locos y los niños danzan en los salones del ahora. (p. 28)


El capellán del hospital allanaba nuestra habitación con cara de sabelotodo, y eso no me gustaba: la vida no es una tabla de multiplicar. (...) Descansé mucho al saber que no tenía que dar ninguna talla. Tu abrazo sí era Dios. Un Dios con la estatura de un niño de tres años. (p. 31)

Tu enfermedad ha dividido el mundo: por una parte la ciudad tal y como era antes de tu cojera, nuestro barrio, los vecinos que siguen como si nada; y por otra el mundo tras tu cojera, una dimensión nueva donde lo que antes era secundario -una caricia, mirarte desayunar, no hacer nada importante- se vuelve lo principal. (p. 33)

Jesús Montiel, Sucederá la flor, 2018

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