El pensador John Dewey, paladín de la pedagogía progresista en los Estados Unidos de América, creía que la educación debe ser siempre para la acción en la vida, como enseña en su obra Educación y democracia de 1916 y en su anterior Credo pedagógico.
Creo que el individuo a quien se educa es un individuo social, y que la sociedad es una unión orgánica de individuos. Si eliminamos del niño el factor social, nos quedamos con una abstracción; si eliminamos de la sociedad el factor individual, nos quedamos solamente con una masa inerte y sin vida.
La educación es un proceso de vivir y no solo una preparación para la vida futura. El aprendizaje es una experiencia social y colaborativa, es decir, se basa en el learning by doing, la experiencia, la resolución de problemas y la interacción con los demás, viendo al maestro como una guía y un participante activo.
La escuela debe ser un laboratorio en el que los alumnos son como científicos que experimentan de forma práctica a través de la teoría. Por eso, se promueve el aprendizaje a través de proyectos y actividades grupales que reflejan situaciones de la vida real, estimulando la cooperación, el diálogo y el pensamiento crítico que lleve a la comprensión de los problemas sociales y luego a la participación ciudadana responsable.
El aula debe ser representativa de la realidad social, diversa, inclusiva y plural. Porque no debe reproducir la sociedad, sino transformarla. Su proyecto educativo se basa en formar en la democracia. La meta de la educación consiste en hacer del niño un ciudadano. Esto recuerda bastante a Rousseau.
Dewey se llevaba como el perro y el gato con Montessori, pues consideraba que su método era demasiado dirigido e individualista. Y ella discrepaba con la visión rousseauniana de la libertad entendida como una liberación política de las desigualdades sociales.
El aula ideal de ambos pensadores es práctica y activa, pero en la de ella reina el trabajo contemplativo que se basa en el "conocimiento". En el aula de Dewey reina el trabajo manual, el debate y la reflexión que se basa en la "experiencia".
En resumen, para Dewey la educación está al servicio del progreso social para transformar el mundo a través del desarrollo de una agenda política. Prioriza el aprendizaje colaborativo, la experiencia social, y la participación activa, con un enfoque en proyectos y la resolución de problemas en un contexto real.
Para Montessori, la educación está al servicio del progreso humano que lleve a transformar el mundo a través del desarrollo pleno de cada persona. Enfatiza el aprendizaje significativo en un entorno cuidadosamente preparado con materiales específicos, fomentando la independencia y el trabajo individual.
Creo que el individuo a quien se educa es un individuo social, y que la sociedad es una unión orgánica de individuos. Si eliminamos del niño el factor social, nos quedamos con una abstracción; si eliminamos de la sociedad el factor individual, nos quedamos solamente con una masa inerte y sin vida.
Por consiguiente, la educación ha de comenzar con una penetración psicológica en las capacidades, intereses y hábitos del niño. Su control ha de llevarse a cabo en cada aspecto por referencia a estas mismas consideraciones.
Estas energías, estos intereses y hábitos se han de interpretar continuamente, debemos saber lo que significan. Hay que traducirlos a los términos de sus equivalentes sociales, es decir, aquello de que son capaces bajo el aspecto del servicio a la sociedad.
John Dewey, Mi credo pedagógico, 1897
John Dewey, Mi credo pedagógico, 1897
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