"El intelectual es sencillamente un ser humano que cuando lee un libro tiene un lápiz en la mano", dijo en alguna ocasión George Steiner. Él creía que los maestros debían ser intelectuales en este sentido, para poder tener autoridad.
Para Steiner, los maestros no son sólo quiénes pueden despertar el talento de una persona, sino sobre todo aquellos que "ponen una obsesión en su camino. Prestándoles un libro, quedándose después de las clases, dispuestos a que vayan a buscarlos".
Un maestro invade, irrumpe, puede arrasar con el fin de limpiar y reconstruir. Una enseñanza deficiente, una rutina pedagógica, un estilo de instrucción que, conscientemente o no, sea cínico en sus metas meramente utilitaristas, son destructivas. Arrancan de raíz la esperanza. La mala enseñanza es, casi literalmente, asesina y, metafóricamente, un pecado
El pulso de la enseñanza es la persuasión. El profesor solicita atención, acuerdo y, óptimamente, disconformidad colaboradora. Invita a la confianza: "sólo se puede cambiar amor por amor y confianza por confianza", como dijo Marx, con idealismo, en sus manuscritos de 1844.
George Steiner, Lecciones de los maestros, 2004
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