Poet's Abbey (Blog de lecturas)


Las palabras

"Empecé mi vida como sin duda la acabaré: en medio de los libros". En esta obra autobiográfica, Jean-Paul Sartre relata cómo en su infancia y juventud pierde su fe en el trascendente por una educación moralista.  "Yo necesitaba a Dios, me lo dieron, pero lo recibí sin comprender lo que buscaba". Cambia su religión por los libros, le "repugna la santidad" y desea vivir las novelas que lee, para ser libre. 

Tiene un corazón sediento de libertad, y necesita escribir como un filósofo. Quiere acción, "ser un soldado y vengar a los muertos" en la Segunda Guerra Mundial. Pero, prisionero, en el Stalag XII D, descubre "la conciencia oscura del peligro de ser hombre" (p. 68). 

La vida de una persona se caracteriza por su interacción con los demás a través principalmente de las palabras. Así, para entender a alguien, es esencial examinar sus palabras.




Yo había encontrado mi religión: nada me parecía más importante que un libro. En la biblioteca veía un templo. (p.33)

...habría esperado pacientemente a que Él me revelase sus designios y mi necesidad. Yo presentía la religión, la esperaba, era el remedio. Si me la hubieran negado, la habría inventado yo mismo. No me la negaron: educado en la fe católica, súper que el Todopoderoso me hará hecho para gloria suya: era más de lo que me atrevía a soñar. Pero después, en el Dios al uso que me enseñaron no encontré al que esperaba mi alma; necesitaba un Creador y no un Gran Patrón; los dos eran uno, pero yo lo ignoraba; yo servía sin calor al ídolo farisaico y la doctrina oficial hacía que se me quitasen las ganas de buscar mi propia fe. ¡Qué suerte! Confianza y desolación hacían de mi alma un terreno ideal para sembrar el cielo en él. Sin ese equívoco, yo habría sido fraile. (p.54)

La buena sociedad creía en Dios para no hablar de Él. ¡Qué tolerante parecía la religión! ¡Qué cómoda era! (p.55)

Escribir fue durante mucho tiempo pedir a la Muerte, a la Religión, bajo una máscara, que arrancase mi vida del azar. Fui de Iglesia. Militante, quise salvarme por las obras; místico, intente desvelar el silencio del ser por un rumor encontrado de palabras y, sobre todo, confundí las cosas con sus nombres: eso es creer. (p.139)

...decidí pensar en el Todopoderoso. Cayó rodando por el azul en el acto y desapareció sin darme explicaciones: "no existe", me dije con extrañeza cortés, y creí zanjado el asunto. En cierta forma lo estaba, ya que desde entonces nunca he tenido la menor tentación de resucitarlo. (p. 167)


Jean-Paul Sartre, Las palabras, 1964

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