Poet's Abbey (Blog de lecturas)


Don Quijote de la Mancha






Las aventuras del Caballero de la Triste Figura parecen disparatadas, fruto de la locura de amar los libros y de los elevados ideales de la justicia, el bien y la honra. Sin embargo, esta locura revela la necesidad de afrontar con valentía los retos que llevan al fracaso. Dar la vida por los demás, amar su persona, su destino, es lo que quiere enseñar Don Quijote con su ejemplo.

Al caballero no se le caen los anillos nunca. Jamás pierde la fe en su causa noble. No vacila en ponerse en ridículo ante los demás para hacer realidad unos ideales que el mundo ha sepultado.

Me quedo con don Quijote derrotado en la playa de Barcelona por el Caballero de Blanca Luna (que es el bachiller Sansón Carrasco). La punta de la lanza enemiga le aprieta la gorja y acepta la muerte. Está dispuesto a retirarse a su aldea un año, pero no a mancillar el nombre de su amada Dulcinea del Toboso: "Aprieta, caballero, la lanza, y quítame la vida, pues me has quitado la honra". Él se ha entregado a su amada sin condiciones, sin pedir nada a cambio. Su fidelidad no tiene límites. Y el bachiller le perdona la vida. 

Unamuno señalaba que en este momento se condensa la filosofía quijotesca. No importa que nos derroten y humillen si luchamos por la verdad. No importa perder, porque la verdad no puede ser vencida. De hecho, a través de nuestra derrota esa verdad resplandece con mayor intensidad. Él acomete todas las aventuras sin importarle fracasar porque está convencido de la verdad que defiende. No le mueve otro afán que actuar como valedor de esa verdad. La adhesión a esa verdad lo ha despojado de su orgullo. 

Don Quijote da su vida por el Ideal. ¿Y qué cosa es el Ideal? El filósofo Ortega y Gasset responde en sus meditaciones: "El ideal sería hacer de cada cosa el centro del universo". 

La filosofía quijotesca se resume en luchar contra el espíritu de nuestra época, aun sin esperanzas de victoria. No importa llevarnos golpes y moratones, ponernos en ridículo. Porque lo importante no somos nosotros. Unamuno señala esta filosofía como "hija de la locura de la cruz", donde el Hijo de Dios fracasó, humillado y derrotado.

Siendo vencido, don Quijote, vence misteriosamente, como Cristo. Convirtiéndose en el hazmerreír, triunfa sobre sus detractores. Es una lección moral extraordinaria. Aunque una lanza nos apriete la garganta no podemos perder la dignidad por defender la verdad.

Por otra parte, quiero destacar el capítulo XI, de los cabreros, en el que se dice que los hombres que vivieran sin leyes, pero bajo el reinado de un gobernante omnisciente y omnipotente ignorarían "estas dos palabras de tuyo y mío", y la naturaleza ofrecía generosamente sus dones haciendo una vida fácil con "todas las cosas comunes". Dirigidos por un dios, los hombres serían inocentes, o mejor, ingenuos, bien provistos de comida y protegidos de los lobos. Los cabreros (es decir, los hombres normales y corrientes) no le preguntan a don Quijote cómo se acabó la Edad de Oro. Lo evidente para ellos es que las leyes se han vuelto necesarias, como afirma Platón en su último diálogo. Los hombres aparecimos cuando los dioses se retiraron y dejaron el timón de la política en nuestras inexpertas manos. Necesitamos, por tanto, leyes justas para vivir en política.



La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualares los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida.
  
Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, 1605

Dibujo: Pablo Picasso, 1955

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