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Este ensayo forma parte de la lucha por la auténtica libertad, la igualdad y la justicia social, desde la reflexión sobre el concepto clave de identidad. Porque reducir la identidad de una persona a la pertenencia a una sola cosa suele llevar a una actitud parcial, sectaria, dominadora y, a veces, suicida; sin darse cuenta de dónde acaba la legítima afirmación de identidad y dónde se empiezan a invadir los derechos de los demás.
El escritor espera que su nieto, en un futuro, recupere el libro de una estantería familiar y lo hojee, encogiéndose de hombros, extrañado de que en la época de su abuelo aún fuera necesario decir cosas como éstas.
A los fanáticos de su único idioma: "si aquel cuya lengua estoy estudiando no respeta la mía, hablar su lengua deja de ser un gesto de apertura y se convierte en un acto de vasallaje y sumisión" (p. 58)
A los fanáticos religiosos: "todas las sociedades humanas han sabido encontrar, en el transcurso de los siglos, las citas sagradas que aparentemente justificaban sus prácticas del momento" (p. 63) y "suele concederse demasiado valor a la influencia de las religiones sobre los pueblos y su historia, y demasiado poco a la influencia de los pueblos y su historia sobre las religiones" (p. 83).
A los fanáticos políticos: "El siglo XX nos habrá enseñado que ninguna doctrina es por sí misma necesariamente liberadora: todas pueden caer en desviaciones, todas pueden pervertirse, todas tienen las manos manchadas de sangre: el comunismo, el liberalismo, el nacionalismo, todas la grandes religiones, y hasta el laicismo. Nadie tiene el monopolio del fanatismo, y, a la inversa, nadie tiene tampoco el monopolio de lo humano." (p. 66)
Amin Maalouf, Identidades asesinas, 1998
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