Es increíble que en el siglo XXI, algunas personas todavía piensen que la escuela se ha de limitar a enseñar hechos a los alumnos. Quieren marginar las humanidades en detrimento de una enseñanza tecnicista subyugada al mercado de trabajo (¿por qué ahora todo el mundo aprende inglés?). Pero no hay democracia sin ciudadanos críticos. Así, la maldita ley Wert, entre otras leyes inútiles de educación, se carga la filosofía y el arte. Les interesa una formación académica para la competitividad económica feroz, no una educación basada en el respeto, la cooperación y la humanidad. No quieren desarrollar el pensamiento crítico y creativo, ni tampoco suscitar aquello que verdaderamente desea el corazón noble del ser humano.
Esta visión neoliberal, perversa y conservadora de la educación al servicio del mercado de trabajo ya fue duramente criticada por el escritor inglés Dickens en su magnífica obra Hard times. En la memorable ciudad de Coketown, todo está subordinado al sentido utilitarista de la vida, al tanto tienes, tanto vales.
No es casualidad que la novela fuese escrita durante el nacimiento de la escuela moderna, en el siglo XIX, en plena revolución industrial. Y ahora, dos siglos más tarde, seguimos desgraciadamente en los mismos parámetros...
La novela arranca con la voz del terrible Thomas Gradgrind, director del sistema educativo:
Now, what I want is Facts. Teach these boys and girls nothing but Facts. Facts alone are wanted in life. Plant nothing else, and root out everything else. You can only form the minds of reasoning animals upon Facts: nothing else will ever be of any service of to them.
Uno de los principios fundamentales de la doctrina Gradgrind era que todas las cosas deben pagarse. Nadie debería jamás dar algo a alguien sin compensación. La gratitud debería abolirse y los beneficios que de ella se derivaban no tenían razón de ser. Cada mínima parte de la existencia de los seres humanos, del nacimiento hasta la muerte, debía ser un negocio al contado. Y si era imposible ganarse el cielo de esta forma, significaba que el cielo no era un lugar regido por la economía política y que no era un lugar para el hombre.
Charles Dickens, Hard times, 1854
Esta visión neoliberal, perversa y conservadora de la educación al servicio del mercado de trabajo ya fue duramente criticada por el escritor inglés Dickens en su magnífica obra Hard times. En la memorable ciudad de Coketown, todo está subordinado al sentido utilitarista de la vida, al tanto tienes, tanto vales.
No es casualidad que la novela fuese escrita durante el nacimiento de la escuela moderna, en el siglo XIX, en plena revolución industrial. Y ahora, dos siglos más tarde, seguimos desgraciadamente en los mismos parámetros...
La novela arranca con la voz del terrible Thomas Gradgrind, director del sistema educativo:
Now, what I want is Facts. Teach these boys and girls nothing but Facts. Facts alone are wanted in life. Plant nothing else, and root out everything else. You can only form the minds of reasoning animals upon Facts: nothing else will ever be of any service of to them.
Uno de los principios fundamentales de la doctrina Gradgrind era que todas las cosas deben pagarse. Nadie debería jamás dar algo a alguien sin compensación. La gratitud debería abolirse y los beneficios que de ella se derivaban no tenían razón de ser. Cada mínima parte de la existencia de los seres humanos, del nacimiento hasta la muerte, debía ser un negocio al contado. Y si era imposible ganarse el cielo de esta forma, significaba que el cielo no era un lugar regido por la economía política y que no era un lugar para el hombre.
Charles Dickens, Hard times, 1854
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