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Por primera vez, un profesor se atrevía a darlo todo. Los alumnos le queríamos, porque en vez de darnos sermones o imponernos sus normas, nos escuchaba.
Ése es el secreto de la buena educación: saber escuchar.
A veces en la vida encontramos estrellas que nos iluminan, que nos enseñan, que nos inspiran, como aquel entrañable profesor que fumaba pipa, llevaba libros gastados bajo el brazo, e iba enfundado con el calor de una bufanda durante casi todo el año. Y siempre, siempre, tenía tiempo para sus alumnos.
El poeta emprendió su búsqueda de felicidad con una pasión inquebrantable por la vida. El secreto era en encontrar la plenitud y la comunión con el mundo. Para ello, hay que ser auténtico, desafiar las convenciones sociales.
Os dejo unos versos que él me regaló cuando finalicé bachillerato:
Yo soy aquel a quien atormenta el deseo amoroso;
¿No gravita la Tierra?, ¿no atrae la materia,
atormentada, a la materia?
Así mi cuerpo atrae a los cuerpos de todos aquellos a
quienes encuentro o conozco.
Walt Whitman, Canto a mí mismo (1819-1892)
Os dejo unos versos que él me regaló cuando finalicé bachillerato:
Yo soy aquel a quien atormenta el deseo amoroso;
¿No gravita la Tierra?, ¿no atrae la materia,
atormentada, a la materia?
Así mi cuerpo atrae a los cuerpos de todos aquellos a
quienes encuentro o conozco.
Walt Whitman, Canto a mí mismo (1819-1892)
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