Dos viejos amigos buscan un porvenir en la pobre California de los años de la Gran Depresión. George es astuto y bajito, y buena persona. Lennie es grandullón y discapacitado, y es incapaz de controlar su fuerza bruta (sin querer mata con sus grandes manos a ratones y pequeñas criaturas de suave pelaje). George y Lennie encuentran trabajo en una granja. Allí conocerán a personajes tan interesantes como el viejo Candy y su perro, el afroamericano Crooks, el malvado Carlson y su aburrida esposa, que desatará la tragedia.
Al leer esta breve y profunda novela en la bahía de San Diego, mecido por las olas del Pacífico y el radiante sol de California, me he preguntado, como el gran escritor norteamericano qué sentido tiene el precioso mundo materialista en que vivimos. ¿Cómo se puede encajar en ese mundo cuando uno es tan diferente a los demás, cuando hay tanta soledad?
“Uno se vuelve loco si no tiene a nadie. No importa quién es el otro, con tal de que esté con uno. Le digo, le digo que uno se ve tan solo que se pone enfermo”.
John Steinbeck, De ratones y hombres (1937)
Al leer esta breve y profunda novela en la bahía de San Diego, mecido por las olas del Pacífico y el radiante sol de California, me he preguntado, como el gran escritor norteamericano qué sentido tiene el precioso mundo materialista en que vivimos. ¿Cómo se puede encajar en ese mundo cuando uno es tan diferente a los demás, cuando hay tanta soledad?
“Uno se vuelve loco si no tiene a nadie. No importa quién es el otro, con tal de que esté con uno. Le digo, le digo que uno se ve tan solo que se pone enfermo”.
John Steinbeck, De ratones y hombres (1937)
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