Dos viejos amigos, Henrik y Konrad, que no se ven desde hace cuatro décadas, se reencuentran para cenar juntos en un castillo una noche larga de licores, diarios secretos y el misterio del amor de una mujer que ambos amaron. Ambos necesitan desenterrar y confrontar los sucesos que llevaron a su distanciamiento hace más de cuarenta años.
El tiempo lo conserva todo, pero todo se vuelve descolorido, como en las fotografías antiguas, fijadas en placas metálicas. La luz y el paso del tiempo desgastan los detalles precisos que caracterizan los rostros fotografiados.
Cuando se acaba el deseo de placer, ya sólo quedan los recuerdos, las vanidades, y entonces sí envejece uno, fatal y definitivamente.
Uno acepta el mundo, poco a poco, y muere. Comprende la maravilla y la razón de las acciones humanas. El lenguaje simbólico del inconsciente... porque las personas se comunican por símbolos, ¿te has dado cuenta?, como si hablaran un idioma extraño, chino o algo así, cuando hablan de cosas importantes, como si hablaran un idioma que luego hay que traducir al idioma de la realidad. No saben nada de sí mismas. Sólo hablan de sus deseos, y tratan desesperada e inconscientemente de esconder, de disimular. La vida se vuelve casi interesante cuando ya has aprendido las mentiras de los demás, y empiezas a disfrutar observándolos, viendo que siempre dicen otra cosa de lo que piensan, de lo que quieren en verdad... Sí, un día llega la aceptación de la verdad, y eso significa la vejez y la muerte. Pero entonces tampoco esto duele ya. Krisztina me engañó, ¡Qué frase más estúpida!... Y me engañó precisamente contigo, ¡qué rebeldía más miserable! Sí, es así, no me mires tan sorprendido: de verdad me da lástima. Más tarde, cuando me enteré de muchas cosas y lo comprendí y lo acepté todo (porque el tiempo trajo a la isla de mi soledad algunos restos, algunas señales significativas de aquel naufragio), empecé a sentir piedad al mirar al pasado, y al veros a vosotros dos, rebeldes miserables, mi esposa y mi amigo, dos personas que se rebelaban contra mí, atemorizadas y con remordimientos, consumidas por la pasión, que habían sellado un pacto de vida o muerte contra mí.
Sándor Márai, El último encuentro, 1942
Durante la cena, Henrik toma el control de la conversación y recuerda los detalles de su amistad con Konrad, que comenzó en su juventud, cuando ambos servían como oficiales del ejército. La amistad fue intensa, pero se rompió abruptamente un día en que Konrad desapareció. Henrik, sin embargo, sospecha que Konrad tenía intenciones ocultas, e incluso que intentó asesinarlo en un incidente durante una cacería. Henrik desmenuza los recuerdos, mientras ambos reflexionan sobre la traición, la naturaleza humana y los secretos.
La tensión entre los dos viejos amigos va creciendo con el tema de Krisztina, la esposa de Henrik, hasta que uno no puede dejar de leer, aunque sean las tantas de la madrugada, para intentar responder a una pregunta de hace cuarenta años.La novela está ambientada en un momento de decadencia del antiguo mundo de la aristocracia, lo que le da un trasfondo de honor y códigos que están desapareciendo. Pero también toca otros temas, como el paso del tiempo, los celos o el valor de la amistad.
El tiempo lo conserva todo, pero todo se vuelve descolorido, como en las fotografías antiguas, fijadas en placas metálicas. La luz y el paso del tiempo desgastan los detalles precisos que caracterizan los rostros fotografiados.
Cuando se acaba el deseo de placer, ya sólo quedan los recuerdos, las vanidades, y entonces sí envejece uno, fatal y definitivamente.
Uno acepta el mundo, poco a poco, y muere. Comprende la maravilla y la razón de las acciones humanas. El lenguaje simbólico del inconsciente... porque las personas se comunican por símbolos, ¿te has dado cuenta?, como si hablaran un idioma extraño, chino o algo así, cuando hablan de cosas importantes, como si hablaran un idioma que luego hay que traducir al idioma de la realidad. No saben nada de sí mismas. Sólo hablan de sus deseos, y tratan desesperada e inconscientemente de esconder, de disimular. La vida se vuelve casi interesante cuando ya has aprendido las mentiras de los demás, y empiezas a disfrutar observándolos, viendo que siempre dicen otra cosa de lo que piensan, de lo que quieren en verdad... Sí, un día llega la aceptación de la verdad, y eso significa la vejez y la muerte. Pero entonces tampoco esto duele ya. Krisztina me engañó, ¡Qué frase más estúpida!... Y me engañó precisamente contigo, ¡qué rebeldía más miserable! Sí, es así, no me mires tan sorprendido: de verdad me da lástima. Más tarde, cuando me enteré de muchas cosas y lo comprendí y lo acepté todo (porque el tiempo trajo a la isla de mi soledad algunos restos, algunas señales significativas de aquel naufragio), empecé a sentir piedad al mirar al pasado, y al veros a vosotros dos, rebeldes miserables, mi esposa y mi amigo, dos personas que se rebelaban contra mí, atemorizadas y con remordimientos, consumidas por la pasión, que habían sellado un pacto de vida o muerte contra mí.
Sándor Márai, El último encuentro, 1942
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