Poet's Abbey (Blog de lecturas)


El espíritu de la esperanza

 


El filósofo surcoreano Byung-Chul Han intenta ofrecer, en estas páginas, una visión esperanzadora de la sociedad mercado-técnica que vive en un "aislamiento narcisista que genera soledad y miedo" que reprime la verdad, la justicia y la esperanza.

Han hace una sutil diferencia entre optimismo y esperanza. Mientras el primero, tan en boga en nuestros días (como el ridículo lema de arcoíris del "todo saldrá bien" de tiempos de pandemia) lleva a la pasividad y a la delegación de responsabilidades porque se cierra a la realidad, el espíritu de la de la esperanza, en cambio, implica madurez, compromiso y acción. 

Porque esta virtud no niega la duda y se abre a la vida, con toda su radicalidad, "nos lanza hacia lo desconocido, hacia lo intransitado, hacia lo abierto [...]. Pone rumbo a lo que aún está por nacer. Sale en busca de lo nuevo, de lo totalmente distinto, de lo que jamás ha existido (p. 20).

Han defiende que la esperanza nace del sufrimiento con sentido, y se proyecta hacia el futuro como motor de cambio, como ya hizo la pensadora norteamericana Rebecca Solnit en Esperanza en la oscuridad. El pensador elogia el pensamiento esperanzado de Eric Fromm en El miedo a la libertad, y critica la falta de teoría de la esperanza de Hannah Arendt en La condición humana, que no atribuye a la esperanza ningún papel constitutivo en la acción. Porque la esperanza implica un sentido contemplativo que ella no es capaz de integrar en su teoría de la acción.

En una sociedad materialista y consumista, marcada por el individualismo y la angustia, su mensaje nos invita a asumir nuestra responsabilidad y a construir activamente un mundo mejor.

En medio del aislamiento y la angustia que impone el neoliberalismo, la esperanza se vuelve más necesaria y posible. Aunque parezca que todo está decidido por otros, aún podemos recuperar el control de nuestro futuro y soñar con nuevos mundos. La esperanza no mira hacia atrás, sino hacia lo que aún puede nacer.


La esperanza es la única que nos hace ponernos en camino. Nos brinda sentido y orientación, mientras que el miedo imposibilita la marcha. (p. 16)


No es lo mismo pensar con esperanza que ser optimista. A diferencia de la esperanza, el optimismo carece de toda negatividad. Desconoce la duda y la desesperación. Su naturaleza es la pura positividad. El optimista está convencido de que las cosas acabarán saliendo bien. Vive en un tiempo cerrado. Desconoce el futuro como campo abierto a las posibilidades. Nada acontece para él. Nada le sorprende. Le parece que tiene el futuro a su entera disposición. Sin embargo, el verdadero futuro es inherente a la indisponibilidad. El optimista nunca otea una lejanía indisponible. No cuenta con lo inesperado ni con lo imprevisible. (p. 19)


Byung-Chul Han, El espíritu de la esperanza, 2024

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