Poet's Abbey (Blog de lecturas)


Casi

 


En pleno corazón de Madrid, como en cualquier gran ciudad occidental, se extiende una realidad invisible: la de quienes habitan los márgenes, sin techo ni refugio, apenas sostenidos por la obstinación de seguir vivos. Ellos están en todas partes, pero solo salen en la prensa cuando hay una desgracia. Son las únicas víctimas que no se autoproclaman como tales.

Jorge Bustos se adentra en ese territorio incómodo con Casi, una crónica cruda y lúcida sobre el sinhogarismo, contada desde la cercanía y la inquietud, que me recuerda algo, aunque el tema es diferente, a la novela La casa de las miradas del escritor italiano Daniele Mencarelli. Porque en ambos libros prevalece la esperanza en un mundo de miseria y dolor (en el primero, la pobreza más salvaje; y en el segundo, la tragedia del hospital infantil).

El narrador parte del desconcierto de encontrarse viviendo muy cerca de quienes apenas “casi” existen para el resto. En vez de lamentarse o apartarse de ellos, se acerca y les escucha, y de esa experiencia nace un libro que no es solo denuncia, sino también espejo.

Me ha interpelado el capítulo "El corazón monástico del Casi", donde se narra la vida de entrega desmedida y de pura misericordia de las Hijas de la Caridad, las únicas que no llaman "usuarios" a los pobres que viven en el Casi, sino "acogidos" (p. 160). La acogida es el abrazo del amor más grande.

A nivel de crítica social, el autor afirma, por un lado, que es irresponsable militar en la abolición de las fronteras porque el Estado no podría integrar las oleadas migratorias, y, por el otro lado, que es inhumano deshumanizar al extranjero "porque una democracia que recela del mestizaje no dura mucho como tal democracia" (p. 132). Y admira a todos los que, por vocación o contrato, ayudan a estas personas de gran vulnerabilidad.

Casi es más que una investigación: es una "crónica del desamparo", como reza el subtítulo. Es una obra literaria escrita en tiempos de ruido y fugacidad, para invitar al lector a detenerse, a mirar, y sobre todo, a no olvidar.


El miedo al diferente viene de fábrica en la memoria tribal de la especie, y se transforma en odio cuando las noticias adecuadas caen como cerillas sobre la paja del prejuicio. (p. 123)


Existe una solidaridad abstracta -hipócrita- que no se conmueve con seres de carne y hueso. Desborda consideración al paradigma de la víctima, pero no se detiene al paso de las víctimas concretas. [...] No existen los sintecho. Existe cada persona privada de hogar que un día podemos ser nosotros. (p. 189)


Jorge Bustos, Casi, 2024

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