Cuando el infame profesor de literatura catalana nos obligó a todos a leer Les històries naturals de Joan Perucho, en aquellos aciagos tiempos de un bachillerato sin esperanza ni camaradería, no supimos apreciar el valor de esta novela que fusiona historia y fantasía. ¡Cuántas oportunidades perdidas!
Ambientada en la Primera Guerra Carlista (1833-1840), la narración sigue las aventuras de Antoni de Montpalau, un ilustrado naturalista que descubre la existencia de un vampiro, Onofre de Dip, un noble medieval ha logrado sobrevivir a lo largo de los siglos gracias a su condición sobrenatural.
Perucho no solo introduce elementos de la novela histórica, sino que también incorpora influencias de la literatura gótica con un tono irónico. El autor logra crear una atmósfera única que transporta al lector a un siglo XIX en el que la razón y la superstición se complementan.
Montpalau, como representante del pensamiento ilustrado, busca explicaciones racionales para los fenómenos a los que se enfrenta, mientras que el mundo que lo rodea se muestra mucho más permeable a la tradición y lo esotérico. Esta dualidad entre razón y mito es uno de los ejes centrales de la obra.
Con su combinación de historia, fantasía y humor, la novela sigue siendo una joya para quienes buscan una literatura que desafíe los límites entre lo real y lo imaginario.
Y yo me voy a visitar Pratdip, donde las historias de monstruos vampíricos que cuentan sus habitantes en las noches solitarias reclaman algo más.
Tractat de Genitura, manuscrit anònim, medieval [...]: "Lo dip ha natura de malefici e ha ensi de molts propries natures e arrapa e viu de mort.” (Cap. IV, Part I, p. 28)
Pratdip és un poblet situat en una zona de grans muntanyes salvatges, cobertes d'extenses pinedes perfumades i amb corrents d'aigua gelada i rapidíssima. Grans penyals grisos, de caràcter granític, contrasten amb les escasses franges de terra roja i fecunda, on el camperol s'afanya al conreu. [...] Pratdip es troba, doncs, al mig d'aquesta orgia de bolets, cabres, perdius, lletugues i maragdes, encimbellada en el vessant d'una muntanya i coronada per un castell en ruïnes. Uns grans prats s'hi estenen als peus, circumstància que degué infuir en el nom de la vila, i els voltants són d'una extrema verdor. (Cap. IV, Part II, p. 81)
Joan Perucho, Les històries naturals, 1960
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