Se dice que ya no tiene sentido aprender cosas de memoria porque está todo en Google; que los alumnos deben construir su propio proceso de aprendizaje sin apenas ninguna instrucción; que hay que formar en habilidades o competencias (skills) y no en conocimientos concretos...
La profesora sueca Inger Enkvist, autora de La educación en peligro, dialoga con una profesora española sobre estas y otras "controversias educativas" actuales desde la voz de la experiencia.
Lo primero que ella critica es la introducción de "modas educativas" que, en vez de ayudar a que todos aprendan con rigor, promueven la ignorancia y el hartazgo, que se pierde mucho el tiempo. Según ella, ha bajado el nivel académico, en general, en muchos centros educativos. Los resultados y los testimonios de los profesores así lo reflejan.
Ser crítico no significa criticarlo todo. Eso es fácil y tristemente pueril. Como el que se autoproclama crítico, pero no lo es, que ofrece una crítica ya manida (de acuerdo a su ideología) al alumno, que al hacer un trabajo sobre algo "no busca tanto obtener un conocimiento nuevo, sino confirmar un prejuicio. Es decir, que no aprende mucho" (p. 155).
Lo que hace falta, para ser crítico, es tener un criterio, un conocimiento riguroso y un pensamiento reflexivo. Y leer mucho, también en voz alta.
La autora señala la solución en los sistemas educativos que funcionan, como Singapur, Corea del Sur, Japón o Polonia (que tienen reválidas o evaluadores externos que sirven para reflejar lo aprendido, y que ayudan a los maestros, con datos objetivos, a sacar lo mejor de cada uno; e itinerarios que ofrecen diversas formas de aprender según su capacidad y ambición).
Por ejemplo, el éxito de Singapur revela, entre otras cosas, que hay un incuestionable respeto al profesorado, hay reválidas (pruebas externas objetivas) desde los doce años y hay distintos itinerarios en la secundaria (más académicos o más técnicos). El alumno puede elegir entre muchas opciones, y la Formación Profesional está muy cuidada. Hay exigencia y satisfacción por el trabajo bien hecho.
En Suiza también hay un "modelo sensato que compagina estudios más teóricos con los prácticos" (p. 163) en un excelente sistema dual para estudiar la FP como parte de la ESO, pues los alumnos tienen cierta libertad para combinarlos según su interés.
Esto choca con la idea del igualitarismo y con la estructura escolar de las escuelas comprensivas (modelo español, de obligación obligatoria para todos igual hasta los 16 años).
Su tesis es "controvertida": itinerarios en la ESO para que cada alumno elija un camino más adecuado a sus capacidades e intereses, y reválidas o pruebas externas para medir el nivel de conocimiento y poder analizar dónde se puede mejorar.
La calidad de un colegio depende fundamentalmente de grupo de profesores que trabajen en él. (p. 43)
[En] las escuelas que logran muy buenos resultados [...] el docente da la clase y los alumnos ponen en práctica lo aprendido aplicando alguna innovación, pero de forma limitada en el tiempo. (p. 92)
Un buen profesor es inteligente, y así sabe distinguir entre lo importante y lo menos importante. Está bien formado y conoce su materia a fondo [...]. Además, sabe manejarse a sí mismo, duerme lo suficiente y se encuentra en buena forma física. (p. 117)
Debe haber más itinerarios en la escuela. Los alumnos son diferentes y no todos quieren o pueden hacer lo mismo. El que la escuela obligatoria sea exactamente lo mismo para todos es un tipo de maltrato para los jóvenes. Si la escuela ofreciera más itinerarios, más jóvenes podrían encontrar un camino que les convenga y saldrían mejor preparados para el futuro. También debe haber reválidas en la ESO y en el Bachillerato, para que los profesores puedan trabajar con los alumnos hacia una meta en común. (p. 179)
Inger Enkvist, Controversias educativas, 2019
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