Un embarazo siempre es un acontecimiento. Para la vida de una mujer, es el acontecimiento. Quedarse embarazada es algo que no se olvida nunca. Ya nada vuelve a ser igual.
En esta novela corta, la escritora normanda Annie Ernaux narra un estremecedor relato en primera persona sobre un aborto clandestino en la Francia de los años 60 del siglo pasado.
La protagonista es una estudiante que se queda embarazada de un compañero egoísta que se desentiende del asunto. "Nunca pensé que el sexo pudiera tener relación con nada". La trivialización del sexo no es baladí.
Ella se siente sola y confundida ante una realidad que no puede negar por mucho tiempo. No se atreve a decir ni por escrito que está embarazada. Tiene antojos de zumo de uva y le repugnan otros alimentos. Va a ser madre. Se lo comenta a varios amigos, o mejor dicho, conocidos. No tiene una verdadera compañía. Y toma la decisión firme de abortar un feto de tres meses, aunque sea de manera clandestina y peligrosa.
Se dirige a una abortera, cuyo trabajo ilegal se parece al de los traficantes de personas, pues "no se cuestionan las leyes ni el orden mundial que provocan este fenómeno". Simplemente le paga y reconoce que hay aborteras mejores que otras, como hay traficantes mejores que otros.
Los años pasan y ella todavía recuerda ese acontecimiento de su juventud: "Quería encontrar el café donde estuve haciendo tiempo antes de acudir a mi cita con la señora P. R.; y la iglesia de Saint-Charles-Borromée, donde permanecí un buen rato". Necesita volver allí.
En su habitación escucha La pasión según san Juan de Bach y le remueve todo lo que ha vivido esos meses de embarazo, aborto y sufrimiento. Ahora siente el orgullo de "los drogadictos y los ladrones". ¿Se aparta del camino del bien y se posiciona de esta manera con el mal? Ella responde: "No sabía si había estado en el límite del horror o de la belleza". Como víctima, ya no es capaz de distinguir una cosa de la otra.
Un incomprensible sentimiento de culpabilidad le persigue como un fantasma toda su vida, pues ese acontecimiento "me arrancó de mi madre y me lanzó al mundo" para "transformar la violencia sufrida en victoria individual". Pierde su inocencia como hija y como madre.
Lo perdió todo ese día, en las sombras de la clandestinidad, en aquella camilla y luego en la habitación 17 de la residencia universitaria donde conoció a su hijo abortado. Recuerda el feto entre las piernas, su cuerpo minúsculo y una gran cabeza, sus ojos como manchas azules. "Parece una muñeca india", dice. Incluso recuerda haberle mirado el comienzo de su pene. Era un niño. "Así que he sido capaz de fabricar esto". Fabricar.
Los buenos libros permiten varios niveles de lectura, no moralizan ni son panfletarios y no se pasan de moda. En este caso, es una obra que interpela a los que están a favor y a los que están en contra del aborto.
Ahora el aborto es legal en muchos países occidentales, pero el hecho de eliminar al feto como si se tratara de un grano que hay que extirpar no le quita nada de dramatismo, "como si de algo sagrado se tratara".
De hecho, me atrevo a decir que si quitamos el contexto de los graves peligros sanitarios y políticos de la clandestinidad, si el aborto se practica de forma higiénica y legal en un hospital, el drama verdadero de la mujer que aborta la vida que lleva en su seno sigue inmutable.
El embarazo (interrumpido o no) siempre es, en palabras de la autora, un "acontecimiento inolvidable".
Fuera, todo se volvió bruscamente irreal (...). Era una escena lenta, el día no estaba muy claro. No había nada en mi infancia ni en mi vida de antes que justificara mi presencia allí. Nos cruzamos con algunos transeúntes. Me pareció que me miraban y que, al vernos a las dos, sabían lo que acababa de ocurrir. Me sentía abandonada por el mundo, salvo por esa mujer vieja vestida con un abrigo negro que me acompañaba como si fuera mi madre.
Los recién nacidos lloraban de forma intermitente. En mi habitación no había cuna, pero yo también había parido. No me sentía diferente a las mujeres de la sala de al lado. Me parecía incluso que sabía más que ellas.
Annie Ernaux, El acontecimiento, 2000
Comentarios