Decía Gabriel García Márquez que esta novela de la escritora Mercè Rodoreda es la mejor obra literaria de la posguerra española. Escrita en el exilio, rememora la vida de los años treinta y cuarenta en un mundo hostil, violento y sórdido.
Natalia es una joven buena e inocente que se enamora de Quimet en una verbena en la plaça de Diamant en el barrio de Gracia, en Barcelona. Lo deja todo y, sin pensarlo mucho, se casa con él y acaba sumisa a una dominación perversa. El matrimonio será una esclavitud para ella: pierde toda su dignidad y su libertad, incluso su nombre, pues a partir de ahora será la Colometa (paloma).
La gran novela catalana del siglo XX está trufada de simbolismos. En la primera parte domina el pesimismo representado por las palomas que decide criar Quimet. El palomar representa la asfixia de la propia Natalia en esa casa. Su segundo esposo, Antoni, precisamente, es la persona que alimenta a las palomas.
Aquí os dejo algunos objetos que aparecen a lo largo de la novela con un alto valor simbólico:
El embudo puede representar la angustia existencial de Natalia, ahogada en un matrimonio terrible y sin salida aparente. La pesadilla de la convivencia con Quimet aparece con este objeto.
La balanza y la caracola representan, sin duda, el equilibrio y la paz que su alma ansía. Atrapada en un sufrimiento inútil, ella añora una vida equilibrada y tranquila.
Los lazos son símbolos de la esperanza, como el cuadro de langostas la diferencia entre sexos y el machismo imperante en la época.
Las flores y muñecas representan esa inocencia infantil perdida.
El cuchillo simboliza la venganza, pues lo empuña cuando decide enfrentarse al fantasma de su pasado.
Pero más allá de los símbolos, lo más destacable de esta obra es la fuerza narrativa, el desgarro interior de la protagonista, el grito de angustia ante el horror de la guerra civil, el dolor insufrible de la violencia doméstica, el abismo del suicidio familiar y la aniquilación total.
Es una novela que debe leerse con atención para dejarse llevar por el alma de Natalia, de esa mujer valiente que fue víctima de su época y tuvo la fortuna de luchar por el destino y el de sus hijos.
I vam dormir junts. Jo al mig i un nen a cada banda. Si havíem de morir, moriríem així. I si a la nit hi havia alerta, i les sirenes es ens despertaven, no dèiem res. Ens quedàvem quiets, només escoltant, i quan tocaven la sirena d'acabament, si podíem dormíem però no sabíem si estavem adormits perquè callàvem per sempre.
Mercè Rodoreda, La plaça del Diamant, 1962
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