La sociedad occidental está atomizada (centrada en el individuo sin lazos). Las relaciones humanas, personales y comunitarias, se han virtualizado y se han desnaturalizado. Esta atomización de una sociedad envejecida y sin referentes y la precariedad laboral de los jóvenes explica, en parte, que la lucha obrera haya perdido su fuerza.
La lucha contra el racismo, el machismo y la contaminación no debe contraponerse a la lucha obrera. Sin embargo, Daniel Bernabé apunta que a menudo las políticas de identidad, al situar lo problemático en lo simbólico y no en lo económico y material, tienden a disgregar la lucha contra el verdadero enemigo, el capitalismo salvaje, al generar dinámicas competitivas e individualistas que fragmentan la identidad de clase trabajadora. La prueba de ello es que hoy casi nadie se identifica con la clase obrera.
Algunos partidos políticos luchan por la identidad de las minorías oprimidas e invisibilizadas, pero se niegan a adoptar un papel radical en la redistribución de la riqueza. Son incapaces de afrontar los grandes problemas económicos. Porque, de acuerdo con Daniel Bernabé, enfangados en las trifulcas sentimentales y simbólicas, han caído en "la trampa de la diversidad" que el capitalismo abraza.
Es preciso sacar a las luchas de la diversidad de su tendencia a la atomización para reinvidicar la verdadera identidad: la clase obrera contra el capital.
La impotencia de la izquierda para presentar batalla en el plano económico ha llevado la lucha al ámbito cultural. Ya no se buscan votos de trabajadores oprimidos por el capital, sino de minorías oprimidas por el "sistema". Ya nadie cree en la clase obrera. Y la lucha está por la raza, el género y ese tipo de etiquetas que dividen y categorizan a las personas.
Así nace "la trampa de la diversidad", entre oportunista y forzada, por las batallas simbólicas destinadas a visibilizar a las minorías sociales en cine y televisión apartándonos de la acción colectiva ante la estructura económica y material. El problema es qué impacto tienen esas batallas en la vida de la gente, al menos a corto plazo.
El autor reconoce la trampa de la diversidad pero no proporciona herramientas para combatirla más allá de reunificar a todos los obreros del mundo en la lucha contra el capitalismo salvaje. ¿Es posible combinar los discursos de la diversidad (individual) y los discursos de clase (social)?
La clase media, que fue una ficción pensada para el control social, cumple eficazmente su función. Los ricos pueden fingir lo que no son, parapetarse cómodamente tras ese telón para no ser percibidos como tal porque, al fin y al cabo, el teléfono más caro que pueden adquirir, el mejor técnicamente, es el mismo que el que un obrero puede comprar ahorrando unos meses de su salario.
El proyecto del neoliberalismo destruyó la acción colectiva y fomentó el individualismo de una clase media que ha colonizado culturalmente a toda la sociedad. De esta manera hemos retrocedido a un tiempo premoderno donde las personas compiten en un mercado de especificidades para sentirse, más que realizadas, representadas.
Los trabajadores creen ser clase media, los ricos pretenden serla. Mientras que los primeros se convierten en escaladores, los segundos difuminan su poder tras este rito nivelador. [...] Mediante el mercado de la diversidad: una serie de identidades individualistas y competitivas que impiden nuestra acción colectiva y nuestra percepción como clase trabajadora para si misma.
¿Cuál es la libertad del individuo [mujer musulmana con velo o católica sin anticonceptivos] ante la educación y la imposición de grupos cerrados? ¿Desde cuándo la izquierda analiza las decisiones humanas desligándolas de su contexto material?
Mientras que los movimientos sociales revolucionarios intentaron durante el siglo XX buscar qué era lo que relacionaba a grupos diferentes, el activismo del siglo XXI es adicto a exagerar las diferencias entre los individuos.
...la Iglesia católica pierde fieles no por estar poco adaptada a sus tiempos y por ser poco dúctil, sino por todo lo contrario, por haberse convertido en un objeto de consumo.
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