Como casi todo el mundo llegué a La naranja mecánica de la mano de Kubrick. Su película era formidable y transgresora. Narraba la historia de Álex, un adolescente rebelde que ama la música clásica y la violencia física y gratuita. Cuando la policía le atrapa se ve sometido a un "lavado de cerebro" para que no pueda volver a cometer violaciones, palizas ni destrozos nunca más.
A partir de ahora le enferma la violencia, pero también la música, lo que antes amaba: "Y ahora descubría que el hermoso Mozart se había convertido también en algo horrible". Ya no quiere vivir. Se le impone el bien a la fuerza. Se le quita toda su libertad humana para elegir. Y eso le horroriza hasta llevarle a las puertas del suicidio.
Sin embargo, la novela del escritor británico Anthony Burgess tiene un final diferente, que no voy a destripar aquí. Es conocida su disputa con el director de cine a raíz del final. En la versión norteamericana de la novela falta un capítulo esencial que da un giro inesperado a toda la trama. La obra literaria original tiene 21 capítulos (3 partes de 7 capítulos, que representan un orden hasta la madurez humana, pues 21 representaba la edad de votar y beber).
La obra, además, está escrita con un vocabulario inventado con algunas palabras, inspirado del ruso y de la jerga barriobajera londinense (de ahí el título: "ser más raro que una naranja mecánica" significa ser muy raro). Esto ralentiza mucho la lectura, tanto que a veces se hace pesado.
En todo caso, esta novela de ciencia ficción nos lleva a preguntarnos: ¿Nos manipulan con técnicas de condicionamiento clásico? ¿Debemos ser domados para asumir que el rebaño es fuente de protección? ¿Compensa renunciar a la libertad de los instintos que tienden a la violencia para poder disfrutar de la seguridad y protección de la sociedad-granja?
¿Qué quiere Dios? ¿El bien o que uno elija el camino del bien? Quizás el hombre que elige el mal es en cierto modo mejor que aquel a quien se le impone el bien.
Te han convertido en algo que ya no es una criatura humana. Ya no estás en condiciones de elegir. Estás obligado a una conducta que la sociedad considera aceptable, y eres una maquinita que sólo puede hacer el bien. [...] El hombre que no puede elegir ha perdido la condición humana.
Anthony Burgess, La naranja mecánica, 1962
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