Poet's Abbey (Blog de lecturas)


La desaparición de los rituales

 


Hoy en día casi nadie cree en los ritos. La tradición tiene mala prensa. Pero si los rituales desaparecen, como advierte el filósofo coreano Han, desaparece lo humano.

En La sociedad de la transparenciaHan demostraba el derrumbamiento de la comunidad de las sociedades consumidas por el veneno de la pornografía de todo tipo (no sólo sexual, que también), en la dictadura de las emociones.

En este breve ensayo, La desaparición de los rituales, el filósofo de Seúl defiende los ritos y toda la tradición heredada por nuestros padres y abuelos. 

Primero de todo, los ritos hacen que el tiempo no se precipite y nos devore como Saturno a sus hijos. Como las cuatro estaciones, los rituales son diques de contención del fluir del tiempo. Su función es canalizar el tiempo, darle un sentido.

En el libro se cita a Kierkegaard: "Solamente se cansa uno de lo nuevo, pero no de las cosas antiguas. [...] Lo antiguo es el pan de cada día, que sacia de bendición".

En segundo lugar, aquel que se abandona al ritual se olvida de sí mismo. Esto es esencial en una sociedad inflamada de ego. Por ejemplo, las buenas maneras, la educación de ceder el paso, de dar las gracias, nos hacen mejores personas, nos descentran en un mundo de egocéntricos esclavos de las pantallas.

Aquí Han detecta una paradoja: cuanto más descortés es una sociedad más moralizante (e hipócrita) se vuelve. Si se relajan las formas se tensan los fondos. En nombre de la libertad se pierde la libertad.

En tercer lugar, el rito es un enemigo de los mecanismos utilitaristas que invaden todas las esferas sociales. "El hombre abdica como productor de saber y entrega su soberanía a los datos", dice. La sociedad mercadotécnica, basada en la productividad, adultera el amor, desnudado del rito (del cortejo, del pudor, de las miradas...), que sólo busca su "productividad". Así, muere el erotismo y vence el veneno de la pornografía.

En resumen, los ritos implican liberarse de la tiranía de las emociones, la productividad y la utilidad. Los rituales tejen una red de protección de la naturaleza humana, de lazos con los demás y con lo divino. Invitan a valorar el tiempo, la tradición, la cultura, lo que nos hace humanos.


Hoy consumimos no sólo las cosas, sino también las emociones de las que ellas se revisten. No se puede consumir indefinidamente las cosas, pero sí las emociones. Así es como nos abren un nuevo e infinito campo de consumo. Revestir de emociones la mercancía y -lo que guarda relación con ello- su estetización están sometidos a la presión para producir. Su función es aumentar el consumo y la producción. Así es cómo lo económico coloniza lo estético.

Las emociones son más efímeras que las cosas. Por eso no dan estabilidad a la vida. Además, cuando se consumen emociones uno no está referido a las cosas, sino a sí mismo. Se busca la autenticidad emocional.

Byung-Chul Han, La desaparición de los rituales, 2019

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