El filósofo Michel Foucault tenía una de las mentes más privilegiadas de la segunda mitad del siglo XX. Ávido lector de Nietzsche y Heidegger, el pensador francés rechazaba con contundencia toda etiqueta de "posmoderno" o de "post-estructuralista".
Sin duda, era un pensador muy intuitivo y brillante que leyó el signo de los tiempos mejor que nadie. El impacto de su pensamiento llega hasta nuestros días con una fuerza inusitada en la mayoría de series de televisión, en programas de enseñanza obligatoria, en galas de cine de cínicos del eslogan, en simposios universitarios de catedráticos pedantes, etc.
Sin embargo, sólo hace falta leer bien algunas cosas que dice para darse cuenta de que, en realidad, era un enfermo mental que escribía y hablaba muy bien. Cabe recordar a todos sus seguidores que el gran intelectual tenía una doble vida. Un hombre inteligente y perverso. De hecho, era un pederasta sin escrúpulos que abusó de niños en Túnez.
Lo que define una relación de poder es que éste es un modo de acción que no opera directa o inmediatamente sobre los otros. En cambio, el poder actúa sobre las acciones de los otros: una acción sobre otra acción. [...] Una relación de violencia actúa sobre un cuerpo o cosas, ella fuerza, doblega, destruye, o cierra la puerta a todas las posibilidades. Su polo opuesto sólo puede ser la pasividad, y si ella se encuentra con cualquier resistencia no tiene otra opción que tratar de minimizarla.
El ejercicio del poder consiste en guiar la posibilidad de conducta y poner en orden sus efectos posibles. Básicamente el poder es más una cuestión de gobierno que una confrontación entre dos adversarios o la unión de uno a otro.
Michel Foucault, El sujeto y el poder, artículo de 1982
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