Vivimos esclavos de las cadenas de los prejuicios, atontados ante las imágenes proyectadas en el espejo negro de los aparatos electrónicos, aburguesados e irreflexivos en la nueva caverna platónica.
Pero alguien se escapa y sale al aire libre, y regresa para rescatarnos. La luminosidad de las palabras casi milenarias del aquinate nos ciega y nos confunde al principio, al salir de la oscuridad de la cueva.
Chesterton es uno de los que se escapó para regalarnos una biografía muy especial del gigantesco filósofo medieval.
Para el británico moderno, Tomás de Aquino es el "filósofo del sentido común", el maestro de la lógica que nos salvó a todos de "ser platónicos". Porque nos muestra con claridad que la luz de la verdad no está en el intelecto, en la Idea, sino en los sentidos que alumbran el mundo. Todo el tomismo se fundamenta en que "Dios hizo al hombre para que fuera capaz de entrar en contacto con la realidad".
El gran pensador medieval amaba la libertad y la realidad, y sus mugidos de "buey mudo" todavía resuenan en la caverna del siglo XXI.
El cristiano escaparía del mundo al universo; el budista desea escapar del universo aún más que del mundo. Uno querría descrearse; el otro volver a su creación, a su Creador. (...) El que no quiera ascender la montaña de Cristo caerá en el abismo de Buda.
Una vez que la idea de la Encarnación se hizo central en nuestra civilización, era inevitable que hubiera una vuelta al materialismo, en el sentido de una seria valoración de la materia y de la composición del cuerpo. Una vez que Cristo resucitó, era inevitable que Aristóteles resucitara.
Salir de esas presunciones, prejuicios y decepciones privadas y entrar en el mundo de Santo Tomás es como escapar de una pelea en un cuarto oscuro a la plena luz del día.
G.K. Chesterton, Santo Tomás de Aquino, 1933
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