¿Cómo se llega a ser lo que se es? El filósofo alemán Nietzsche se hace esta gran pregunta en uno de sus últimos libros, Ecce homo.
"Llega a ser lo que eres" es el lema del poeta Píndaro, que invita a despojarse de las cadenas biológicas y sociales.
El filósofo describe su vida y su obra desde el prisma de lo dionisíaco, antes de ser llevado a un hospital psiquiátrico.
El centro de su ataque demoledor a la cultura occidental es un cristianismo de capilla, moralista y enfermizo, entendido como negación extrema de la vida. No guarda rencor a los individuos que son víctimas de "algo que es la fatalidad de milenios". El Dios moralista y retrógrado ha sido, hasta ahora, la máxima objeción contra la idea de su existencia y significado en el mundo.
Uno sólo llega a ser lo que es si ama la vida, en el eterno retorno de las cosas, en la voluntad de vivir, de hacer la vida una obra de arte. ¿Puede haber otro cristianismo que no sea moralista, sino moralidad, y que no niege la vida, sino que la exalte?
El filósofo, en esta obra, señala la idea del amor fati, es decir, abrazar la vida en todas sus facetas, incluidos el sufrimiento y la adversidad, como partes fundamentales de nuestra existencia. Amor fati es amor al destino, una actitud de aceptación de la vida en su totalidad, sin rechazar nada.
Nietzsche anuncia la muerte de ese dios "cristiano" pequeño, de normas y propósitos, un cristianismo fanático, hipócrita, de resentidos, reducido a pobre ideología. Y llega la resurrección, el Dios que brinda con vino y celebra la borrachera de un amor profundamente apasionado y sincero.
Nietzsche anuncia la muerte de ese dios "cristiano" pequeño, de normas y propósitos, un cristianismo fanático, hipócrita, de resentidos, reducido a pobre ideología. Y llega la resurrección, el Dios que brinda con vino y celebra la borrachera de un amor profundamente apasionado y sincero.
El cinismo es lo más alto que podemos alcanzar en este mundo, según el filósofo alemán, y para eso necesitamos unos dedos delicados y unos puños valientes.
La última cosa que yo pretendía sería "mejorar" a la humanidad. Yo no establezco ídolos nuevos, los viejos van a aprender lo que significa tener pies de barro. Derribar ídolos ("ídolos" es mi palabra para decir "ideales"), eso sí forma ya parte de mi oficio.
La filosofía, tal como yo la he entendido y vivido hasta ahora, es vida voluntaria en el hielo y en las altas montañas: búsqueda de todo lo problemático y extraño que hay en el existir, de todo lo proscrito hasta ahora por la moral.
Siempre estoy a la altura del azar; para ser dueño de mí he de estar desprevenido.
Para creer que el vino alegra yo tendría que ser cristiano...
La carne sedentaria -ya lo he dicho en otra ocasión- es el auténtico pecado contra el espíritu santo.
Friedrich Nietzsche, Ecce homo, 1888
La última cosa que yo pretendía sería "mejorar" a la humanidad. Yo no establezco ídolos nuevos, los viejos van a aprender lo que significa tener pies de barro. Derribar ídolos ("ídolos" es mi palabra para decir "ideales"), eso sí forma ya parte de mi oficio.
La filosofía, tal como yo la he entendido y vivido hasta ahora, es vida voluntaria en el hielo y en las altas montañas: búsqueda de todo lo problemático y extraño que hay en el existir, de todo lo proscrito hasta ahora por la moral.
Siempre estoy a la altura del azar; para ser dueño de mí he de estar desprevenido.
Para creer que el vino alegra yo tendría que ser cristiano...
La carne sedentaria -ya lo he dicho en otra ocasión- es el auténtico pecado contra el espíritu santo.
Friedrich Nietzsche, Ecce homo, 1888
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