La avaricia estalla en una polifonía de voces desde un crematorio, triste funeral del hombre derrotado, desolación del paisaje de hormigón y asfalto en la orilla.
La novela que Rafael Chirbes escribió justo antes de que explotara la burbuja inmobilaria, en 2007, es una premonición de la crisis y, además, un espejo de la corrupción inmobiliaria que sepultó la costa mediterránea de ansia capitalista y vacío.
Rubén es un empresario sin ética, sin humanidad, que cree que lo tiene todo, que lo controla todo. Es un estúpido, un ignorante, que sufre el varapalo de la muerte de su hermano. Matías, en cambio, fue un idealista que renunció a sumarse a esa ambición depredadora de hacerse millonario a costa de quemar bosques, untar políticos, vivir de la corrupción, reventar la naturaleza con hormigón...
Es una novela que te agarra de las solapas y te sacude para que veamos cómo el capitalismo salvaje y destructor de lo humano supuso la crisis económica, ecológica y social que empezó hace más de diez años y que sigue hoy.
Por principio, la élite es reducida. Aspira a la exclusividad. No puede haber nunca privilegios para todos, una cotidianidad de la riqueza, eso es humanamente indeseable. Hay clase alta porque hay clases bajas, lo otro sería volver al comunismo...
Cuando envejeces, te das cuenta de que el tiempo que no has vivido es irrecuperable, de que te faltan las cosas que dejaste a otro vivir por ti.
Rafael Chirbes, Crematorio, 2007
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