
Houellebecq nos describe una futura Francia al borde de la guerra civil.
El hombre occidental, al no aceptar el dolor y la muerte en su burbuja edulcorada, se ha vuelto estúpido, egoísta y débil. Esto lo encarna François, un viejo profesor que vive arrastrando los pies, guiado por su polla (sic), atrapado en la espiral del porno y las putas, hastiado en su soledad, espectador del derrumbamiento de una Europa laica y moderna, sediento de la espiritualidad cristiana del monasterio, de la fe del escritor católico converso de su tesis doctoral.
Mientras el nuevo rector musulmán invita a François a convertirse a esa religión poderosa, y así conservar su posición privilegiada y ganar mucho dinero, su última novia, una parisina judía, se exilia a Israel.
... la mayoría de la gente vive sin preocuparse de esas cosas, que les parecen demasiado filosóficas; sólo piensan en ello cuando se ven confrontados a un drama, como una enfermedad grave o la muerte de un allegado. Y eso es lo que ocurre en Occidente, porque en el resto del mundo los seres humanos mueren y matan en nombre de esas cuestiones, llevan a cabo guerras sangrientas, y eso desde los orígenes de la humanidad: los hombres se matan por cuestiones metafísicas y no por puntos de crecimiento ni por el reparto de territorios de caza.
Michel Houellebecq, Sumisión, 2015
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