El cuento del grial del narrador francés Chrétien de Troyes es un canto al que se lanza en busca del Ideal con un fuego en el corazón.
Es un mito medieval tan maravilloso que inspiró a Wagner para una gran ópera.
Perceval no sabe que es descendiente de nobles caballeros, pero un encuentro inesperado le lleva a buscar el ideal que anhela.
El Rey Pescador le invita a cenar a la sala cuadrada del castillo. Allí Perceval observa el cortejo de un paje que empuña una lanza que sangra en la punta, de una doncella que porta un grial, y de otra con una patena. El protagonista no se atreve a preguntar por qué sangra la lanza ni a quién sirve con aquel grial. Enmudece ante el acontecimiento extraordinario.
Más tarde, su prima, en el bosque, le descubre el error de callar: si hubiera preguntado, el Rey Pescador se hubiera curado y hubiera recuperado sus dominios.
Su pecado le trababa la lengua y le impide entender los gestos. Está frente al misterio, pero ignora que la lanza es la del romano Longino, que mana la sangre de Cristo crucificado, y que el grial y la patena la presencia de la Eucaristía, que redime constantemente.
Este bello fragmento medieval rememora el arcano problema de las preguntas, que, al no formularse, acarrean males y daños, como en la ceremonia de Pascua del pueblo judío.
Es preciso educar en el asombro, en el ideal, y en una compañía que permita formular preguntas con libertad. El narrador medieval recoge el rito judaico para enlazarlo con la historia del santo grial, que redime, que es eterno, y que, por amor, adora la libertad humana.
Entraste en casa del Rey Pescador y viste la lanza que sangra, y te fue tan penoso abrir la boca y hablar que no pudiste preguntar por qué brota aquella gota de sangre de la punta del hierro blanco; tampoco preguntaste ni indagaste a qué prohombre se servía con el grial que tú viste. Muy desdichado es el que ve la ocasión que más le conviene y aún espera que venga otra mejor.
Chrétien de Troyes, Perceval o El cuento del grial, 1176
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