No está mal empezar el verano con Mark Twain. Es un autor que permite leer el mundo con mirada lúcida. "Cada vez que te encuentres del lado de la mayoría es tiempo de hacer una pausa y reflexionar", parece ser que dijo en una ocasión (no he podido contrastarlo). Los clásicos tienen eso, que nunca caducan, que son eternos, porque nos interpelan hoy.
"Nunca he permitido que la escuela entorpeciese mi educación", sentenció el autor de El príncipe y el mendigo. ¿Cómo es posible que los problemas educativos del siglo XXI se correspondan con las exigencias de verdad que tenía este genio del siglo XIX, cuando se instauró el sistema educativo público? Quizá hemos olvidado que "la buena educación consiste en esconder lo bueno que pensamos de nosotros y lo malo que pensamos de los demás." Twain también recomendaba que "es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar la duda".
Las aventuras de Tom Sawyer es una joya que se lee en verano a la sombra de un árbol con el placer de sentirse a orillas del río Mississippi y sus barcos de vapor del siglo XIX.
Tom se decía que, después de todo, el mundo no era un páramo. Había descubierto, sin darse cuenta, uno de los principios fundamentales de la conducta humana, a saber: que para que alguien, hombre o muchacho, anhele alguna cosa, sólo es necesario hacerla difícil de conseguir.
Mark Twain, The adventures of Tom Sawyer, 1876
"Nunca he permitido que la escuela entorpeciese mi educación", sentenció el autor de El príncipe y el mendigo. ¿Cómo es posible que los problemas educativos del siglo XXI se correspondan con las exigencias de verdad que tenía este genio del siglo XIX, cuando se instauró el sistema educativo público? Quizá hemos olvidado que "la buena educación consiste en esconder lo bueno que pensamos de nosotros y lo malo que pensamos de los demás." Twain también recomendaba que "es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar la duda".
Las aventuras de Tom Sawyer es una joya que se lee en verano a la sombra de un árbol con el placer de sentirse a orillas del río Mississippi y sus barcos de vapor del siglo XIX.
Tom se decía que, después de todo, el mundo no era un páramo. Había descubierto, sin darse cuenta, uno de los principios fundamentales de la conducta humana, a saber: que para que alguien, hombre o muchacho, anhele alguna cosa, sólo es necesario hacerla difícil de conseguir.
Mark Twain, The adventures of Tom Sawyer, 1876
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