Uno de los problemas educativos es la falta de amor por la sabiduría en las escuelas. La ausencia de la filosofía. Para los pedabobos que dictan lo que los maestros incultos deben enseñar, lo importante es construir un conocimiento que deben descubrir los niños ellos mismos, sin tradición ni autoridad, ni esfuerzo.
No se forma un pensamiento crítico para discernir la información de la manipulación interesada y malévola. ¿Cómo se puede criticar lo que no se conoce?
Se pierde la información porque se pierde el conocimiento porque se pierde la sabiduría. Y sin sabiduría no hay nada. Sin maestros sabios no hay nada. Sin alumnos que aprendan a amar la cultura no hay nada.
Pero, mejor que yo, lo expresa el gran poeta americano-inglés en estos versos:
Se cierne el águila en la cumbre del cielo,
El cazador y la jauría cumplen su círculo.
¡Oh revolución incesante de configuradas estrellas!
¡Oh perpetuo recurso de estaciones determinadas!
¡Oh mundo del estío y del otoño, de muerte y nacimiento!
El infinito ciclo de las ideas y de los actos,
infinita invención, experimento infinito,
Trae conocimiento de la movilidad, pero no de la quietud;
Conocimiento del habla, pero no dei silencio;
Conocimiento de las palabras e ignorancia de la Palabra.
Todo nuestro conocimiento nos acerca a nuestra ignorancia,
Toda nuestra ignorancia nos acerca a la muerte,
Pero la cercanía de la muerte no nos acerca a Dios.
¿Dónde está la vida que hemos perdido en vivir?
¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?
Los ciclos celestiales en veinte siglos
Nos apartan de Dios y nos aproximan al polvo.
T.S. Eliot, El primer coro de la roca (1888-1965)
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