Poet's Abbey (Blog de lecturas)


El prisionero de Zenda




El castillo de Zenda, sobre una colina y rodeado de bosques, esconde un prisionero que es el verdadero rey de Ruritania. 

Rudolf Rassendyll, un inglés que se parece mucho al rey Rudolf Elphberg, se hace pasar por él para salvarle de los malvados que quieren usurpar el trono. Cuando el rey es secuestrado justo antes de su coronación, Rassendyll se ve envuelto en un complot para salvar al monarca.

Rassendyll se enamora de la bella princesa Flavia. Pero es un amor imposible: "había alguien (...) que, si vivía, me separaría de ella, y por cuya vida estaba dispuesto a arriesgar la mía". ¿Qué le lleva a renunciar a ese bien que es el amor de una mujer, por otro bien más grande?

El prisionero de Zenda de Anthony Hope es una novela de capa y espada. La historia, ambientada en la ficticia Ruritania, ofrece una combinación de intriga política, romance y acción que ha consolidado su lugar en el género de la novela de aventuras.

Rudolf Rassendyll no solo es un héroe apuesto y valiente, sino que también posee una complejidad inesperada. Su desarrollo a lo largo de la historia, donde se ve obligado a asumir la identidad del rey y enfrentar las consecuencias de sus elecciones, agrega profundidad a su personaje. Lucha contra el villano Rupert de Hentzau.

Aunque ficticia, la nación europea imaginaria creada por Hope se siente auténtica, proporcionando el telón de fondo para las intrigas palaciegas y las hazañas heroicas, en un mundo de castillos majestuosos, bosques oscuros y conspiraciones palaciegas.

La novela plantea preguntas sobre la responsabilidad personal y las decisiones morales en situaciones difíciles, todo dentro del contexto de una emocionante historia de aventuras.



...me elevo en espíritu hasta donde se encuentra, y entonces puedo dar gracias a Dios por amar a la dama más noble del mundo, la más bella y bondadosa, porque mi amor no haya sido causa de que faltara a su sublime deber.

¿Volveré a ver su rostro alguna vez, su pálido rostro y espléndido cabello? Eso no lo sé; el destino me lo oculta y mi corazón no lo presiente. No lo sé. En este mundo, quizá (posiblemente) no. Y, ¿puede ser que en algún lugar, de un modo inasequible para nuestras mentes humanas, ella y yo volvamos a estar juntos, sin que nada se interponga entre nosotros, nada que prohíba nuestro amor? Eso no lo sé, y tampoco lo saben mentes más preclaras que la mía. Pero si nunca puedo volver a sostener una dulce conversación con ella, o mirar su rostro, o saber de su amor por ella misma, entonces, a este lado de la tumba, viviré como corresponde al hombre a quien ella ama, y al otro, rogaré por un descanso sin sueños. 


Anthony Hope, El prisionero de Zenda, 1894

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