Poet's Abbey (Blog de lecturas)


De profundis

Humillado en el cautiverio, condenado por cometer el "crimen de sodomía" en la moralista sociedad victoriana, el gran escritor irlandés, que tanta fama y placer había logrado, se encontró por primera vez en su vida desamparado, en la soledad infinita de las paredes húmedas y oscuras de la tenebrosa cárcel de Reading.

Allí, Oscar Wilde escribió una íntima epístola a su amante, Lord Alfred, no tanto para acusarle de su vergonzosa traición, sino para perdonarle, en un corazón roto, dónde el Dolor se encuentra con un alma apasionada y aún sedienta de Belleza e Infinito.

Recuerda a las Tristia de Ovidio, expulsado de Roma por el emperador Augusto por sus versos lascivos e inmorales. Los poetas con gran sensibilidad y amor a la vida a menudo han sido apartados, encerrados y castigados por el poder.



Y el final de todo es que tengo que perdonarte. He de hacerlo. No escribo esta carta para poner amargura en tu corazón, sino para arrancarla del mío. Por mi propio bien tengo que perdonarte. No puede uno tener siempre una víbora comiéndole el pecho, ni levantarse todas las noches para sembrar abrojos en el jardín del alma. No me será difícil hacerlo, si tú me ayudas un poco. (p. 64)

Él (Cristo) es justamente como una obra de arte. No es que realmente enseñe nada, sino que por entrar en su presencia uno llega a ser algo. Y todos estamos predestinados a su presencia. Por lo menos una vez en su vida, todo hombre camina con Cristo a Emaús. (p. 95)

Oscar Wilde, De profundis, 1897



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