El mismo año en que Joyce publicó Ulysses y T.S. Eliot The Waste Land, una escritora noruega entregaba una maravillosa novela ambientada en la Edad Media escandinava.
Cristina, hija de Lavrans narra la vida de una chica en la Noruega del siglo XIV. Representa, de alguna manera, la preciosa parábola del hijo pródigo, de aquella persona que abandona el calor del hogar en busca de una vida auténtica, pero, al reconocer que no encuentra la liberación en manos de aquel que es limitado, regresa su mirada al infinito y se comprende redimida.
Cristina, hija de Lavrans narra la vida de una chica en la Noruega del siglo XIV. Representa, de alguna manera, la preciosa parábola del hijo pródigo, de aquella persona que abandona el calor del hogar en busca de una vida auténtica, pero, al reconocer que no encuentra la liberación en manos de aquel que es limitado, regresa su mirada al infinito y se comprende redimida.
Cristina advirtió al final de su vida el carácter positivo de la realidad, es decir, que la finalidad de todo lo que existe es totalmente positiva:
Había nacido una flor que la pasión carnal no pudo marchitar, ya fuera ardiente llama o tormenta de colérica furia. Cristina había sido la sierva del Señor, una sierva indómita, caprichosa, adorando sólo con los labios en sus oraciones, hipócrita en el fondo del corazón, perezosa, negligente, desobediente, falta de perseverancia en sus empresas. Pero Él la había conservado a su servicio.
(p. 1220)
-¡Nos hemos portado tan mal antes de llegar a esto! Y lo que me roe el corazón es el haber causado tanta pena a mi padre. Ni siquiera ahora es feliz. No obstante, no sabe... si lo supiera estoy segura de que me retiraría todo su afecto.
-Cristina -dijo fray Edvin con dulzura-, ¿no comprendes, hija mía, que precisamente por eso debes callar lo ocurrido y no darle más disgustos? Porque nunca te pedirá una penitencia. Nada de lo que puedas hacer cambiará los sentimientos de tu padre por ti.
(p. 212)
Sigrid Undset, Cristina, hija de Lavrans, 1922
-¡Nos hemos portado tan mal antes de llegar a esto! Y lo que me roe el corazón es el haber causado tanta pena a mi padre. Ni siquiera ahora es feliz. No obstante, no sabe... si lo supiera estoy segura de que me retiraría todo su afecto.
-Cristina -dijo fray Edvin con dulzura-, ¿no comprendes, hija mía, que precisamente por eso debes callar lo ocurrido y no darle más disgustos? Porque nunca te pedirá una penitencia. Nada de lo que puedas hacer cambiará los sentimientos de tu padre por ti.
(p. 212)
Sigrid Undset, Cristina, hija de Lavrans, 1922
Comentarios