"A la vida de las personas siempre llegamos tarde", reconoce Juan de Vere, el narrador escarmentado de esta novela. La búsqueda de la verdad y de los silencios será el motor del joven contratado y testigo de esa realidad desazonante y turbadora del matrimonio entre Eduardo y la desdichada Beatriz.
Si somos incondicionales de un amor, o de un amigo, o de un maestro, tendemos a acoger a cuantos los rodean, no digamos a los que les son esenciales: a los hijos imbéciles, a las mujeres exigentes y venenosas, a los maridos pelmazos y aun despóticos, a las amistades turbias o desagradables, a los colegas desaprensivos de los que dependen, a aquellos a los que no vemos cosa buena ni hallamos la menor gracia y que nos llevan a preguntarnos de dónde procede la estima que les profesan esos seres por cuya aprobación nos desvivimos: qué pasado les une, qué sufrimiento compartido, qué vivencias comunes, qué saberes secretos o qué motivos de vergüenza [...] La única respuesta es con frecuencia que esa gente viene de antes, que nos precede desde hace tiempo en la vida del amor o del amigo o del maestro; que ignoramos qué se fraguó entre ellos y probablemente lo ignoraremos siempre; que han recorrido mucho camino juntos, quizá ensuciándose en el barro, sin que nosotros estuviéramos allí para acompañarlos, ni para presenciarlos. A la vida de las personas siempre llegamos tarde. (p. 207)
Javier Marías, Así empieza lo malo, 2014
Comentarios