En la Rusia zarista de aristócratas afrancesados, princesas y condes, y también de mujiks (campesinos), siervos y liberales germanófilos y nihilistas, Turgueniev pinta un relato de dos jóvenes amigos que van a visitar a sus familias. Es un mundo duro, de injusticia social en el campo y en la ciudad, de tensión entre las viejas tradiciones ortodoxas y las nuevas ideas filosóficas de Occidente.
Basarov se declara nihilista y no acepta ninguna verdad ni norma. Se preocupa sobre el problema de los siervos, pero rechaza el amor de aquellos que le rodean, como aquella dama o sus ancianos padres. Incluso, llega a batirse en duelo con el tío de su mejor amigo. Por su carácter, ideología e inteligencia, puede recordar un poco a Raskolnikov de Dostoievsky.
Arkadii está fascinado por el ingenio de su amigo Basarov. También sufre la tensión con sus padres, que viven en una casa en el campo: "son de otra generación y no nos entendemos". Pero el corazón de Arkadii es capaz de reconocer la belleza de una mujer joven y buena, del calor del hogar y de la compañía de una amistad verdadera. Basarov, sin embargo, es demasiado orgulloso para reconocer todo eso.
Las pasiones y la tensión con la realidad, las dudas y la fe en lo eterno, y la esperanza en una vida mejor son algo propio del corazón humano, que anhela el infinito y la redención del perdón.
-Sí -empezó Basarov-. El hombre es un ser rarísimo. Como ves, la vida apartada que aquí llevan mis padres parece la mejor; comes, bebes y sabes que te conduces del modo más regular y razonable. Pero no es así: la ansiedad te mata. Quisieras reñir con la gente, insultarla; sí, reñir con ella.
-Habría que disponer nuestra vida de modo que cada uno de sus momentos fuera significativo -pronunció snetenciosamente Arkadii.
-¿Quién dijo eso? Signigicativo, aunque sea falso y agradable; pero también se puede aceptar lo de significativo... Pues mira...; todo eso son coplas, coplas... por desgracia.
Ivan Turguéniev, Padres e hijos, 1862
Basarov se declara nihilista y no acepta ninguna verdad ni norma. Se preocupa sobre el problema de los siervos, pero rechaza el amor de aquellos que le rodean, como aquella dama o sus ancianos padres. Incluso, llega a batirse en duelo con el tío de su mejor amigo. Por su carácter, ideología e inteligencia, puede recordar un poco a Raskolnikov de Dostoievsky.
Arkadii está fascinado por el ingenio de su amigo Basarov. También sufre la tensión con sus padres, que viven en una casa en el campo: "son de otra generación y no nos entendemos". Pero el corazón de Arkadii es capaz de reconocer la belleza de una mujer joven y buena, del calor del hogar y de la compañía de una amistad verdadera. Basarov, sin embargo, es demasiado orgulloso para reconocer todo eso.
Las pasiones y la tensión con la realidad, las dudas y la fe en lo eterno, y la esperanza en una vida mejor son algo propio del corazón humano, que anhela el infinito y la redención del perdón.
-Sí -empezó Basarov-. El hombre es un ser rarísimo. Como ves, la vida apartada que aquí llevan mis padres parece la mejor; comes, bebes y sabes que te conduces del modo más regular y razonable. Pero no es así: la ansiedad te mata. Quisieras reñir con la gente, insultarla; sí, reñir con ella.
-Habría que disponer nuestra vida de modo que cada uno de sus momentos fuera significativo -pronunció snetenciosamente Arkadii.
-¿Quién dijo eso? Signigicativo, aunque sea falso y agradable; pero también se puede aceptar lo de significativo... Pues mira...; todo eso son coplas, coplas... por desgracia.
Ivan Turguéniev, Padres e hijos, 1862
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