Mi amigo Dani es moreno y fuerte como un romano. Cuando habla italiano se parece un poco a un centurión.
Me regaló esta novela histórica de Louis de Wohl, un humilde escritor berlinés hijo de emigrantes, que escapó a Inglaterra cuando Hitler llegó al poder. Louis luchó contra los nazis durante la II Guerra Mundial y luego decidió irse a vivir a Estados Unidos para seguir su vocación de escritor.
Dani me dijo que ésta es una de sus obras preferidas, porque explica de manera magistral el origen del acontecimiento cristiano. En esta novela uno puede verse fácilmente reconocido en la figura del centurión Casio Longinos. Su vida cambia al reconocer la presencia de un encuentro verdadero.
-Dame tu lanza -le ordenó Casio secamente.
El hombre obedeció. Le temblaban las manos (...) Era una lanza de reglamento, de seis pies de largo y la hoja tenía dos pulgadas de ancho.
Casio la sopesó, buscando el punto de equilibrio. Tomando la lanza con las dos manos la clavó con todas sus fuerzas en el corazón del crucificado.
Por un instante Casio creyó que había sido atravesado por una centella. Todo a su alrededor se iluminó con una claridad tremenda, y vio el cuerpo alargado, enjuto y lívido, con los brazos extendidos como para abrazarle, y la lanza clavada. Percibió el choque y la blanda resistencia del cuerpo.
Inmediatamente se le volvió hacer la oscuridad, unas tinieblas rojizas, que lo impregnaban todo y lo cegaban absolutamente; vaciló y habría caído a tierra, si no se hubiera apoyado en la lanza que traspasaba el corazón del hombre crucificado.
(p. 371)
Louis de Wohl, La lanza, 1985
Me regaló esta novela histórica de Louis de Wohl, un humilde escritor berlinés hijo de emigrantes, que escapó a Inglaterra cuando Hitler llegó al poder. Louis luchó contra los nazis durante la II Guerra Mundial y luego decidió irse a vivir a Estados Unidos para seguir su vocación de escritor.
Dani me dijo que ésta es una de sus obras preferidas, porque explica de manera magistral el origen del acontecimiento cristiano. En esta novela uno puede verse fácilmente reconocido en la figura del centurión Casio Longinos. Su vida cambia al reconocer la presencia de un encuentro verdadero.
-Dame tu lanza -le ordenó Casio secamente.
El hombre obedeció. Le temblaban las manos (...) Era una lanza de reglamento, de seis pies de largo y la hoja tenía dos pulgadas de ancho.
Casio la sopesó, buscando el punto de equilibrio. Tomando la lanza con las dos manos la clavó con todas sus fuerzas en el corazón del crucificado.
Por un instante Casio creyó que había sido atravesado por una centella. Todo a su alrededor se iluminó con una claridad tremenda, y vio el cuerpo alargado, enjuto y lívido, con los brazos extendidos como para abrazarle, y la lanza clavada. Percibió el choque y la blanda resistencia del cuerpo.
Inmediatamente se le volvió hacer la oscuridad, unas tinieblas rojizas, que lo impregnaban todo y lo cegaban absolutamente; vaciló y habría caído a tierra, si no se hubiera apoyado en la lanza que traspasaba el corazón del hombre crucificado.
(p. 371)
Louis de Wohl, La lanza, 1985
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