Me gusta pasearme por cementerios de libros olvidados, esas viejas librerías destartaladas que huelen a polvo y magia, palpar los lomos usados que reposan en las estanterías, y detenerme para escoger un libro al azar. Otras veces, disfruto de una copa de vino con un amigo que me aconseja una obra, porque ya empezamos a saborear esas palabras que todavía no he leído.
En ambas ocasiones, estoy preparando mi alma para la lectura. Luego el libro, si me gusta, lo subrayaré y quizá lo subiré a la lista de mis lecturas que voy publicando poco a poco en este blog. Porque este blog es un paseo en una biblioteca antigua y a la vez un brindis de un amigo que apuesta por la gran Literatura.
El ensayo de Umbral es un buen libro y lo aconsejo en el blog (no cuelgo todos los libros que leo, sólo los que me gustan) porque es una prosa que hace pensar, aunque el autor no sea santo de mi devoción.
No he conocido un solo escritor que haya podido, con el arma del orden, contra el desorden natural de una cosa que nace de la cabeza, porque ya se sabe que la cabeza la tenemos todos a pájaros, y más los que usamos de ella. Siempre estoy leyendo un libro que no es el que debiera, pero el que debiera no lo encuentro y, además, resulta que me gusta más éste, le voy descubriendo telas y entretelas de pensamiento y de prosa que nunca hubiera imaginado en uno de esos volúmenes a los que se les coge manía sin leerlos.
Francisco Umbral, Un ser de lejanías, 2001
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