Salí de la escuela pública cansado y feliz, como cada día, entre carreras de niños y gritos y empujones. Me dirigí a un parque de Barcelona y me senté a leer en un banco. Había cogido ese libro de Galdós de la estantería de mi habitación por la mañana, casi sin mirarlo, vencido por el sueño y las prisas de salir corriendo hacia el autobús de la Diagonal. Abrí la primera página y me fascinó su comienzo:
A las cuatro de la tarde, la chiquillería de la escuela pública de la plazuela del Limón salió atropelladamente de clase, con algazara de mil demonios. Ningún himno a la libertad, entre los muchos que se han compuesto en las diferentes naciones, es tan hermoso como el que entonan los oprimidos de la enseñanza elemental al soltar el grillete de la disciplina escolar y echarse a la calle piando y saltando.
Benito Pérez Galdós, Miau, 1888
A las cuatro de la tarde, la chiquillería de la escuela pública de la plazuela del Limón salió atropelladamente de clase, con algazara de mil demonios. Ningún himno a la libertad, entre los muchos que se han compuesto en las diferentes naciones, es tan hermoso como el que entonan los oprimidos de la enseñanza elemental al soltar el grillete de la disciplina escolar y echarse a la calle piando y saltando.
Benito Pérez Galdós, Miau, 1888
Comentarios