
Hay dos fragmentos de los que he subrayado que quiero compartir con los lectores de este blog. El primero refleja la actitud de niña adolescente que tiene una mujer adulta. Me parece un tema tremendamente moderno, porque vivimos, ahora más que nunca, en una sociedad de eternos adolescentes. Y el segundo es una sonora bofetada a los moralistas que, a veces utilizando el miedo y malentendiendo el sentido religioso, adaptan a personas débiles para sus intereses personales y anulan toda espontaneidad y autenticidad.
-¿Te das cuenta de a dónde te diriges?- insistió Henrietta sosteniendo con delicadeza su sombrero. -No tengo la menor idea y me parece encantador no saberlo. Un carruaje bien rápido, rodando a distancia en la noche oscura y tirado por cuatro brisoso caballos por caminos invisibles, ésa es mi idea de felicidad. (p. 183)
-Pensamos siempre en ti... eres para nosotras una carga preciosa -observó madame Catherine en el tono de quien tiene la benevolencia por hábito y cuyo concepto del deber se basa en la aceptación de todos los cuidados a realizar. Pero aquella respuesta cayó como un peso plomo en los oídos de Isabel, porque representaba la anulación de una personalidad, la autoridad de la Iglesia. (p. 603)
Henry James, Retrato de una dama, 1881
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