Isabel Archer, la protagonista de esta novela de Henry James, es una joven norteamericana que llega a Europa para vivir plenamente. Llena de sueños, apasionada e hipersensible, recorre Italia e Inglaterra en busca siempre de la felicidad. Por su indudable belleza y su atractiva personalidad, llega a recibir varios pretendientes muy serios. Pero ella no quiere saber nada. Ama la libertad de la juventud, hasta que encuentra a un curioso hombre que de alguna manera la seduce y la atrapa en un aburrido matrimonio. Su boda es más un capricho que otra cosa.
Hay dos fragmentos de los que he subrayado que quiero compartir con los lectores de este blog. El primero refleja la actitud de niña adolescente que tiene una mujer adulta. Me parece un tema tremendamente moderno, porque vivimos, ahora más que nunca, en una sociedad de eternos adolescentes. Y el segundo es una sonora bofetada a los moralistas que, a veces utilizando el miedo y malentendiendo el sentido religioso, adaptan a personas débiles para sus intereses personales y anulan toda espontaneidad y autenticidad.
-¿Te das cuenta de a dónde te diriges?- insistió Henrietta sosteniendo con delicadeza su sombrero. -No tengo la menor idea y me parece encantador no saberlo. Un carruaje bien rápido, rodando a distancia en la noche oscura y tirado por cuatro brisoso caballos por caminos invisibles, ésa es mi idea de felicidad. (p. 183)
-Pensamos siempre en ti... eres para nosotras una carga preciosa -observó madame Catherine en el tono de quien tiene la benevolencia por hábito y cuyo concepto del deber se basa en la aceptación de todos los cuidados a realizar. Pero aquella respuesta cayó como un peso plomo en los oídos de Isabel, porque representaba la anulación de una personalidad, la autoridad de la Iglesia. (p. 603)
Henry James, Retrato de una dama, 1881
Hay dos fragmentos de los que he subrayado que quiero compartir con los lectores de este blog. El primero refleja la actitud de niña adolescente que tiene una mujer adulta. Me parece un tema tremendamente moderno, porque vivimos, ahora más que nunca, en una sociedad de eternos adolescentes. Y el segundo es una sonora bofetada a los moralistas que, a veces utilizando el miedo y malentendiendo el sentido religioso, adaptan a personas débiles para sus intereses personales y anulan toda espontaneidad y autenticidad.
-¿Te das cuenta de a dónde te diriges?- insistió Henrietta sosteniendo con delicadeza su sombrero. -No tengo la menor idea y me parece encantador no saberlo. Un carruaje bien rápido, rodando a distancia en la noche oscura y tirado por cuatro brisoso caballos por caminos invisibles, ésa es mi idea de felicidad. (p. 183)
-Pensamos siempre en ti... eres para nosotras una carga preciosa -observó madame Catherine en el tono de quien tiene la benevolencia por hábito y cuyo concepto del deber se basa en la aceptación de todos los cuidados a realizar. Pero aquella respuesta cayó como un peso plomo en los oídos de Isabel, porque representaba la anulación de una personalidad, la autoridad de la Iglesia. (p. 603)
Henry James, Retrato de una dama, 1881
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